(Hace varios meses)
El miedo, el suspenso, la incertidumbre y la ira me agobian, me vuelven un ser antisocial. Aquel lejano día no fue el mejor, el calor sofocante extinguía mis energías y la terrible cacofonía de una fiesta a la que no fui invitado aturdió mis pensamientos.
Me sentí azorado, traspasado por lanzas incandescentes, con esas ansias mortales, con fantasías asesinas, llené de hecatombes mis ojos y de alaridos sufrientes mis oídos. Había sangre en mis zapatos y e mis manos, y una desagradable sensación de frustración hizo de mí un cervatillo herido, un barquillo de nuez a la deriva en el Océano Antártico, una parpadeante y tenue luz casi extinta en el medidor de sosiego.
La bomba, el detonador, mi bolsillo, la negra nube de muerte, ese rumor insaciable que tanto resisto cada día, casi explota en ese instante. ¿Qué es una oportunidad perdida? Un segundo de reivindicación cósmica, la duda de una tangente en el continuo espacio tiempo, la burla de un capricho que vomita en tus zapatos.
Septicemia para los rosales, cadáveres en el jardín de mayo, cucarachas sobre las nubes. Repentinamente la adultez es una metáfora de vulnerabilidad, de ansiedad, de hostilidad. Una analogía vaga de metamorfosis imperfecta. No todos pueden ser mariposas, libres y altaneras. El mundo necesita orugas, rastreras y en engorda obsesivo-compulsiva.
Así, de pronto, se revela Babilonia, ante los atónitos ojos del incrédulo ciudadano. La hora inapropiada en que el prepotente armado arremete contra el desamparado (que no inocente) servidor público, servidor de sí mismo. ¿Qué podría estar pasando por tu mente cuando un cocainómano coloca el cañón frío de una escuadra en tu cabeza?
El sudor en manos y frente del victimario. Huele a luciérnagas en la avenida Armagedón. Y así la bala jamás salió del cañón, la lluvia es una promesa silenciosa, Dios se lleva el crédito que la cobardía merece. Hay que saber cuándo ser buenos cobardes. Las lenguas afiladas cortan el silencio en la ya densa atmósfera.
En mi corazón llega entonces una cuasi mágica paz, la acetil-colina desacelera el palpitar de mis arterias. También llega una pregunta, como un barco pirata al puerto de los incautos: ¿Por qué la casi muerte de un desconocido calmó mis propias ansias genocidas, reemplazando estas por una inusitada suavidad en mis conjeturas y deseos? ¿Pos qué la desgracia me trae calma?
No es un secreto que esta ciudad se pudre cada vez más. Pareciera que entre más belleza más deterioro hay en su composición humana. Asociamos la malignidad a las mangas descubiertas que dejan a la vista tatuajes de pobre técnica, pantalones de mezclilla rotos peinados de poca gracia y gran y desagradable impacto a la vista, frases de mal gusto estampadas en el pecho de esas camisetas deshilachadas, puntas de retadores colores en el peinado, piel grasienta, aliento inmundo y la intuición subjetiva de una navaja oculta en la ropa interior. Y aunque hay veces en que acertamos, lo cierto es que esa florida figura no es más que la presentación estereotipada del miedo urbano, del peligro en la oscuridad del callejón.
No obstante existen esas otras presentaciones, la mayoría de los casos insospechados, para el miedo que gana nuestra confianza con su lenguaje prolijo, su ropa de marca, sus zapatos lustrosos, su peinado intachable, su convertible deportivo… su fachada resulta diabólicamente atractiva y hasta defendible. Jamás logramos ver el arma fajada en la zona posterior del cinturón hasta que es apuntada contra nuestra frente, y solo entonces nos damos cuenta de la capacidad multifacética del miedo al prójimo, a ese ser que la biblia pide que amemos, como él nazareno nos amó (¿o como amó a María Magdalena?).
¡Albricias! Hemos aprendido una lección ¡Albricias! Somos un poco más sabios. Somos seres perfectibles e inacabados, un medio para un fin que nunca debe llegar o la cultura será cadáver y frialdad. Aprendemos y evolucionamos conforme nuestras necesidades ambientales lo vayan exigiendo. Hoy nuestro ambiente es la salvaje e inhóspita civilización, a la que habremos de adaptarnos con veneno, dientes largos y tentáculos. Supervivencia del más apto.
1 comentario:
NADIE LO SABE Y MUCHO MENOS TU,PERO ESTA PISTOLA RELATO CUENTOS DE TERROR AL OIDO DE ESTE DESGRACIADO,LE CONTO VERDADES ABSOLUTAS DE LA VIDA Y LE DIJO SOBRE LAS COSAS QUE HAN PASADO Y QUE SE NIEGA A ASEPTAR.TODOS ESTOS EVENTOS PROVOCARON QUE ESTE INDIVIDUO SE COMPORTARA COMO SE COMPORTO.
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