Tengo hambre, la he tenido toda la mañana, debería salir a
comer algo. O debería dejarme morir de inanición. Aún no lo he decidido. No me
he dado el tiempo de pensar sobre lo que soy ahora. Sobre lo que tengo ahora. Sobre
qué tengo que hacer ahora. Dejar ir algunas cosas, atesorar otras. Agradecer,
tal vez al mismo tiempo que maldigo. Y maldigo con mucha frecuencia. Relaciones
que caminan por la cuerda floja y duelen más de lo que tenía planeado soportar.
Relaciones que se fortalecen con el paso de los días y las semanas, que gozo
más de lo que tenía previsto aguantar. Sonrisas involuntarias en los momentos
menos adecuados. Abrazos que ardo por recibir, por muy débil que esto me haga
sentir, por más vulnerable que me haga parecer. Fuck you, world!
Quisiera, a veces, volver a aquellos días de inspiraciones
pasadas. De responsabilidades nulas. Donde no tenía que preocuparme por dar
buen ejemplo a nadie. Donde sufrir era más fácil. Aunque admito que hay muchas
cosas que no cambiaría para nada de lo que hoy tengo. Ángeles mutantes que me
abrazan, que me hacen sonreír, incluso involuntario a mí. Oportunidades que no
se me volverán a presentar en la vida.
Aunque hay ocasiones en las que ya no me siento dueño de mí.
Poco a poco le pertenezco al mundo en vez de a mí mismo. Poco a poco le pertenezco
a otras voluntades. ¿Cuándo dejé de pertenecerme? La distancia cala hondo.
Extraño la presencia de muchas personas en mi vida. Las conversaciones
profundas sobre temas profanos y conversaciones profanas sobre temas profundos.
Las madrugadas bohemias de alcohol, cigarrillos y videojuegos.
Dramas innecesarios. Vivir me está costando la puñetera
vida.
Mejor voy por un sándwich…