sábado, 15 de agosto de 2009

Vaso (de Leopoldo María Panero)

VASO


Wakefield, quien por una broma

se perdió a si mismo.


Hablamos para nada, con palabras que caen

y son viejas ya hoy, en la boca que sabe

que no hay nada en los ojos sino algo que cae

flores que se deshacen y pudren en la tumba

y canciones que avanzan por la sombra,

tambaleantes mejor que un borracho

y caen en las aceras con el cráneo partido

y quizá entonces cante y diga algo el cerebro

ni grito ni silencio sino algún canto cierto

y estar aquí los dos, al amparo del Verbo

sin hablar nada ya, con las bocas cosidas

las dos al grito de aquel muerto

mientras caen las estatuas y de aquellas iglesias

el revoque es la lluvia fina pero segura

sobre ese suelo inmenso que bendicen cenizas

y caen también las cruces, y los nombres se borran

de amores que decían, y de hombres que no hubo

y de pronto, en el bar, tan solos, sí tan solos,

me asomo al pozo y veo, en la copa un rostro

grotesco de algún monstruo

que ni morir ya quiere, que es una cosa sólo

que se mira y no ve, como un hombre perdido

para siempre al fondo de los hombres

extranjero en el mundo, un extraño en su cuerpo

una interrogación tan sólo que se mira sin duda

con certeza, perdida al fondo de ese vaso.


“El que no ve” 1980
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