sábado, 6 de diciembre de 2008

Cónclave anatómico & Sabiduría genital




Mi estómago me dice, mirándome con complicidad divertida, que el tiempo se acaba y actuar se hará cada vez más necesario.
Mi cerebro me explica, con toda la elocuencia de la que es capaz de hacer uso, que sorprendentemente resulta ser mucha, que el límite es el infinito.
Mi corazón me recita, entre carcajadas y llanto, que la felicidad se tiene que ganar y que no hay nada que con un poco de fe y empeño no se pueda lograr.
Mi mano izquierda se levanta, se posa solemne y opresiva ante todo mi cuerpo, mantiene expectantes a todos y de pronto, me doy una bofetada tan fuerte que sacudo mi cráneo revolviendo al cerebro, mi corazón se detiene por un momento de la impresión y mi estómago se encoje del susto. Todos esperan una explicación, pero la mano hace un ademán de desprecio en el que se nota una desilusión desconsolada, y se dirige a mi bolsillo en el que permanece intentando olvidar que pertenece a mi cuerpo, tratando de no recordar la vergüenza que le provoca saberse parte de mí.
Mi mano derecha me dice, en tono paternalista y comprensivo, que la disculpe, que está pasando por una etapa complicada, que le tenga paciencia.
Mi ombligo me aconseja, con cierta malicia y resentimiento en sus palabras, que la reprenda de alguna dolorosa manera, que ese comportamiento no se perdona, que no nos pueden hacer esto a nosotros y salir tan impunes.
Mi pene me habla, teniendo para esto que salir de su estado de trance profundo, para decirme que las cosas siempre tienen su razón de ser, que el dolor es también necesidad, pues nos ayuda a saber cuando hay algo que debemos arreglar, algo que cambiar, mejorar o eliminar. Me habla de filosofías en las que la iluminación es alcanzada por medio de la negación del ser, que el deseo nos provoca sufrimiento y este sufrimiento nos impide la posibilidad de plenitud. Básicamente me dice que necesito reparar mi vida y recuperar ese delicado pero acogedor equilibrio que tanto necesito. Apenas terminando la última frase se devuelve a su profundo trance. Siempre tan oportuno y certero.
Mis ojos se ponen luego de acuerdo para cerrarse al unísono y dejarme sumergido y a la deriva en el universo de los sueños.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Manifiesto inoportuno


Debemos aprender que no todo vale la pena, que las injusticias son permisibles por la ley, que las excepciones pueden ganarse un lugar en la cotidianidad y que no todos creen en el amor. Quién se atrevería a negar que seamos víctimas de la opresiva rutina, que le debamos a ella nuestra cordura y nos cobrará con eso mismo tarde o temprano. Un día despertaremos con una necesidad en mente; abandonarnos a nosotros mismos, dejar todo lo que significamos y arrojarnos a las fauces de lo imprevisible.
Saldremos de la cama y pondremos el pié equivocado en el suelo, correremos al baño solo para darnos cuenta de que somos nosotros, una vez más, así que nos arrancaremos ese rostro y encontraremos debajo nuestra calavera, con una eterna sonrisa, pensaremos que así nos vemos mejor y saldremos a la calle a presumir el nuevo look. Miradas, seguro que si, miradas en cada esquina, seremos distintos, e iremos en busca de la excepción de cada día, de nuestro cuervo blanco y pez fuera del agua. Los amigos podrán olvidarse de nosotros por hoy. Seremos libres de nosotros mismos y no tragaremos entera esa libertad.
Cuando tus días son predecibles, rómpelos, cuando aspiras del cigarro siempre a la misma hora, apágalo sin terminarlo, arroja la colilla encendida a tu cama y mírala arder. Es tu día perfecto, el que el veneno de la preocupación no echará a perder. Recuerda que ya no hay límites de lo posible, ni reales ni ficticios. Eres Dios y ni él sabe que hacer ya contigo.
Si disparas haz que cada bala cuente, aunque no den en el blanco; si amenazas, procura infundir el miedo necesario, ni más ni menos; al deshacerte de un cuerpo hazlo sin el menor remordimiento; que las miradas no perturben tu alma, que el sueño viaje seguro; es el momento adecuado para cualquier cosa que nunca te hayas atrevido a hacer.
Debemos aprender que somos dueños de nuestra realidad, que cada decisión implica cambio (aún a escala subconsciente o subatómica), que la verdad le pertenece a todos pero debes guardar el secreto para ti mismo, y lo más importante, que somos el material del que está fabricado Dios.

viernes, 31 de octubre de 2008

Doctorado Honoris Causa - El Hobby de los vivos


Es verdad, no soy un profesional en nada, ni siquiera en sentir, ni siquiera en vivir, que eso lo hago solo a ratos, cual hobby, y el resto del tiempo la paso muerto y para ello no hacen falta estudios, ni licenciatura. Me causan cierta envidia aquellos vividores profesionales, que van por el mundo practicando lo aprendido en la prestigiada escuela de la vida, cobrando sus grandes honorarios de placeres miles y sobrellevando los dichosos (en cualquier sentido) gajes de este prestigiado oficio.
Pero esos bienes de erudición tuve que rechazarlos, soy proscrito hasta de mi mismo. No me pertenezco sino cuando practico el hobby de vivir, como astrónomo aficionado desde el rudimentario telescopio sobre el tejado de su casa compitiendo por descubrir un quásar contra un astrofísico de un observatorio de la NASA. Aún así, lo disfruto, esos instantes de escudriñar las constelaciones de sentimientos y galaxias de experiencias que uno puede encontrar. Sal y vive un poco, que no hay que ser terapeuta para dar buenos consejos. Conoce lo que te rodea, que no es necesario ser geógrafo para saber que hay nieve en el polo sur. Las cosas se mueven todo se mueve y cambia y nada está quieto, ni siquiera Dios, hasta las piedras se mueven, ¿por qué no lo haría él? No necesitamos de Dios para existir, él sí necesita de nosotros, si dejamos de pensar en él (o ella) desaparece. Y todo se mueve tan a prisa que es imposible seguirnos el paso, y el ser divino se desespera y se va para distraerse viendo ‘universo visión’.
Creo que tomaré un diplomado en alguna de las disciplinas de la amplia profesión de vividor; enamoramiento analítico, adicción cuántica, remembranza teórica o, si corro con suerte, administración de placeres. Debo dejar la novedad, es la cosa más vieja que hay. Cuánto recuerdo aquella frase que a un maestro de la Escuela Superior de la Vida le escuché: “antes la vida era bonita, difícil, pero bonita”. Y esto me pone a pensar que es en el pasado, allá donde apenas se comenzaba a dar nombre a todas las cosas, donde puedo encontrar el verdadero significado de tantos sinsentidos de la ultramodernidad. Se sufre la contradicción de pertenecerse solo al vivir pero en cuanto empiezas a vivir le perteneces al hado y a la casualidad.
Es mejor vivir como hobby, pues si lo practicara de manera profesional dejaría su encanto, se volvería mi rutina, mi muerte espiritual, como el tipo que amaba las matemáticas y que en cuanto hizo de ello una carrera estas se convirtieron en su rutina, su carga, su tedio.
Se corre un riesgo al vivir, al meterse en ese caudaloso río de hados y casualidades, el riesgo de ahogarse en él, y nunca es accidental.
No uses mucho una sola frase, son de tiza y se desgastan.


lunes, 20 de octubre de 2008

Octubre 19 x2 o La maldición calendarizada

Lo único peor que un Octubre 19 es otro Octubre 19. Si se piensa con cuidado, no es tan complicado padecer dos días de ansiedad incómoda que lleven el mismo nombre, sobre todo si tienes un reloj que te engaña. Se bien se que mi reloj está adelantado por solo tres minutos, yo así lo he decidido, así me imagino tener tres minutos de retraso y apresuro mis tareas, pero un día entero es más de lo que yo imaginé.
Quizá me levanté con el pié equivocado o tan solo sucedió que los astros auguraban ya mi zozobra mental. Mi cabeza amaneció con una impresión monomaniaca de terminar mis labores de encargado del negocio familiar. Pero a la hora de cumplir con ello, resultó ser muy tarde, muy temprano o muy sinvergüenza de parte de los clientes, que no se molestaron en abrir en aquella ocasión. Y me quedé con su encargo. Mi mente estaba ya abotagada por esta ocupación desde hacía tres días casi al hilo. Aquella tarde todo pareció calmarse. Pero de algún modo en mi mente había una astilla, un pensamiento poco definible que no me dejaba en paz, algo me molestaba y no sabía qué. Y pronto dejé que esa sensación de malestar me dominara. Me volví presa de mi propia molestia intangible. Decidí, así, odiar profundamente todos los Octubres 19s de aquí hasta que se me olvide que tengo algo que odiar.
Justo me acosté, ya de madrugada, con la idea de que mañana no sería más Octubre 19 y que, por ello, todo iría a mejor y me sentiría renovado. Al despertar me seguía sintiendo molesto, encabronado, vaya, con… no se con que, pero lo estaba. Y eso me produjo una terrible duda: ¿Es, acaso, que la detestable racha se extendería un día más? ¿Me sentiría así de ahora en adelante? Pero entonces la respuesta llegó a mí como una revelación, como una certeza ominosa: en el reloj de la computadora se distinguía un clarísimo Octubre 19. Esto hizo que se me helaran las venas y arterias. ¿Es que acaso estoy repitiendo un día entero? La respuesta era: no exactamente (que pobre). La razón de que mi mente siguiera perturbada es que aún era Octubre 19.
El día anterior mi reloj, se había adelantado un día, no se bien cómo. Y pasé el día creyendo que estaba viviendo una fecha que llegué a maldecir. Luego, cuando llegó la fecha real (al día siguiente) esa maldición hizo efecto y cayó sobre mis hombros, prolongando mi martirio mental. Arrancaré, entonces, de todos mis calendarios esta fecha, para así no tener que vivirla nuevamente.

Podría funcionar, quién sabe.

viernes, 17 de octubre de 2008

Epístola apocalíptica y desesperansadora

El Apocalipsis comienza, raza de simios ególatras, el Armagedón ha caído y ustedes mismos son los emisarios del final de los tiempos, de sus propios tiempos. Y es que son tan soberbios que cuentan como fin del mundo la llegada de su propia extinción, como si luego de la desaparición de la raza humana ya no existiera planeta. Pues les tengo noticias, desgraciados primates. Aún queda Tierra para rato, no así humanidad.
¿Cómo se que ha llegado el final de la raza humana? No es tan difícil darse cuenta. El principal indicador es que esta especie ha dejado de ofrecerse a si misma ideas nuevas. Se está acabando la cultura y no hay innovación en este ramo. Se acaban poco a poco las novedades y es que el ser humano ha desperdiciado sus largos años de adelanto científico en un par de siglos mal aprovechados. Y fue así que el artefacto del fin de los tiempos fue traído a la vida mucho antes, adelantando el Ragnarok.
Me refiero al arma final de las huestes ultraterrenas que buscan la destrucción de la civilización homínida: la máquina-chupa-cerebros, el televisor. Este es un arma de destrucción masiva que ya ha extendido su área de daño por prácticamente, el globo entero. Con programación deficiente y poco constructiva, la gran mayoría de las veces, que socava el intelecto hasta dejar tan idiotas a los seres humanos que es posible encontrar jovencitas con las bragas mojadas de la emoción cuando aparecen los malnacidos peleles ultra fresas que se hacen llamar RBD en sus televisores; o un conjunto de tipos llorando, derramando cerveza y gritando como idiotas frente al aparatejo mientras siguen un partido de futbol, pues les importa más el destino de su selección nacional que el de su propio culo; y es más que posible que la clase politiquera del mundo se aproveche de este jodido medio para hacerse propaganda y darse a conocer y con ellos a la falta de sentido y realidad de su mensaje, poniendo bajo sus pérfidas garras a naciones enteras con mentiras. Y las personas son tan estúpidas que se dejarían arrastrar sin condiciones.
Como dije, el mundo humano se acaba, la civilización ha llegado a su punto más alto y ya no hay más que ofrecer a la cultura, excepto sinsentidos. Las personas son más felices viendo reality shows que haciendo el amor. Prefieren beber coca cola que agua pura. Necesitan llevar ropa de tal por cual marca aunque mueran de hambre. Me río de ustedes, panda de simios, y siento pena ajena por ustedes (alguien tiene que sentir pena, después de todo). Y luego se quejan de que los hombres más ricos del mundo viven en las naciones más pobres.
Ha llegado el final de la era de los hombres y el inicio del reinado de las máquinas, y el gobernante supremo es el televisor.
(Que ironía atentar contra la tecnología por medios tecnológicos, pero esto, a fin de cuentas es un grito mudo más, como tantos otros)
Y disculpen mi pobre fe en la humanidad, pero prefiero ahorrarme las desilusiónes.

sábado, 11 de octubre de 2008

La forma más bella de no tener la razón (un deseo concedido)




Es bello saber que no tenías razón, que te equivocaste y que el mundo no gira alrededor tuyo. Cuando admites el peor error de tu vida, cuando aceptas un problema de farmacodependencia, o le escribes una carta de disculpas a aquella persona que se vio ofendida por algún mordaz comentario que lanzaras ya entrado en copas la noche anterior, es hermoso. Cuando las cosas no salen bien se vuelve todo más ameno, más llevadero, pues existe la esperanza de un futuro mejor que el de ahora mismo. Con las palabras del maestro Miguel de Unamuno “la ventaja de no ser feliz es que puede desearse la felicidad”.
El deseo, tan preciado, del momento y el lugar exactos para el beso arrebatado. La añoranza de que aquellos ojos se crucen con los tuyos por los segundos necesarios para recordarlos por el resto de tus días. El día esperado en que la lluvia borre el rímel de sus ojos y verlo resbalar por su rostro. Desear momentos mejores se vuelve en una obsesión, un modus vivendi o una oportunidad de reconocer exactamente los deseos más impensables que nadan en nuestras cabezas.
¿Y que hacemos cuando lo que pedimos se nos concede? Si deseaste tanto verla y al día siguiente la ves a ella caminando por la calle con una blusa rosada, un yogurt en la mano derecha y ese aire de despreocupación que la distingue al andar, mientras viajas en el transporte urbano ¿Qué haces? Lo necesario: aprovechar la oportunidad y te bajas de inmediato. Si te ha dejado muy lejos y ella sigue caminando, entonces corre lo más rápido que seas capaz aunque esté lloviendo y la calle esté empinada. La llamas, le gritas desde el otro lado de la carretera, es de noche así que no te preocupas por molestar a nadie. Si no te oye deberás cruzar antes de perderle el rastro. Cuidado con los coches. ¿Ella se sorprende al verte? Sorpréndela tú entonces con un beso que no la deje pronunciar palabra de asombro alguna.
Los deseos son peligrosos, pues puede ser que, de algún modo, por alguna razón, el cielo se apiade de tu miseria o se harte de tu insistencia y te conceda lo que tanto pides. Guárdate de las peticiones descabelladas, que el placer se acaba donde el arrepentimiento teje telarañas.
Es bueno tener conciencia de que siempre hay cosas nuevas.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Por enésima vez

Estupendo, fabuloso, desgarrador, genial, grandioso, Miguel Bocamuerta

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Ahora no te vendrá a defender José Guadalupe Posada





Estimada Muerte. Ten a bien recibir un insulto de mi parte, el peor que puedas concebir, seguramente con tus eones de edad conocerás alguno lo bastante grande, lo bastante trascendental, lo suficientemente ofensivo. ¡Oh, Mors! ¡Cuam sis maledicta!
Este agravio hacia tu ser no tiene el clásico motivo del rencor por haberte llevado a nadie querido, esta vez se trata de algo distinto. Se que lo que en tus garras cae es transportado hacia algún sitio en la eternidad donde la paz reina improvista de conceptos tan limitantes como el tiempo o el espacio. Así pues, si te llevaras a algún ser querido, antes bien te lo agradecería que maldecirte, pues se encontrará a salvo de las terribles limitantes de las leyes físicas que nos gobiernan, y de las imposiciones que su medioambiente humano les colgaba a la espalda. Pero cuando se trata de la resurrección, de la fuga de cosas que debieran haber muerto ya y retornan a la vida eso si me jode.
Debiste mantener las puertas del hades cerradas, debiste dejar dormir al cerbero adentro, hay fuga de fantasmas. Y por esa negligencia tuya es que te insulto hoy. Hay zombis caminando por los reinos que le pertenecen a los vivos. ¿Soy el único al que se le han levantado los muertos o es que hay otros acosados por los que deberían yacer fríos o podridos?
No, no espero que me contestes. Desconfiaría de tu respuesta de cualquier modo. ¿Sin respuesta? Imaginé eso, después de todo ¿Qué podrías decir en tu defensa si ni lengua tienes? Callada te defenderás mejor.
Se escapan los muertos del abismo y no te preocupas. Pero, a pesar de todo, esta cadavérica presencia que me acosa me ha estado enseñando algunas cosas que me han gustado mucho. Me alegro, en cierta medida, de mi suerte mortecina.
He descubierto algunas curiosidades sobre mi persona, cosas que había antes pasado desapercibidas. No sabía, por ejemplo, lo mucho que me gusta el papel manchado de café, cuanto me cuesta olvidar lo desagradable, lo ineficaz de mi propia ciencia, lo fugaz de mi inspiración, entre otras cosas igualmente tontas. Que distraído he estado. Aún ahora lo estoy, o eso supongo.
He redescubierto a la humanidad, como el niño que encuentra un nuevo hormiguero, con las hormigas de siempre. He visto como alzan banderas por doquier proclamando su patriotismo a todo pulmón, gritando el nombre de un país degradado pro un nacionalismo violento y quejumbroso. Rompiendo en celebraciones frenéticas para olvidar lo triste que se encuentran.

México celebró el aniversario de una independencia olvidada. Los mexicanos se levantaron temprano y se acostaron tarde, y en la mayor parte de los casos totalmente ebrios. Elevando al cielo glorias para un país que respetan menos que a una ramera. Se engrandecen con su nacionalidad pero maldicen su tierra y olvidan su legado, un país heredero de culturas magníficas y ahora muertas, mezclado con sangre de piratas, ladrones, bandidos, fanáticos, soberbios, y demás escoria. Su gente se coloca hoy, los colores de una bandera manchada de tierra y sangre y vociferan, no con el afán de honrar, ellos no saben de eso, a ellos no les importa, sino con la excusa perfecta para dar rienda suelta (una vez más) a sus primitivos instintos y hacer de la autodestrucción involuntaria un santuario en este día. Porque ellos no conocen de su país, porque incluso reniegan de ello, pero cuando llega el momento se enorgullecen de sus pedas monumentales y las presumen al prójimo con orgullo. Falsos patriotismos, nacionalismos caducos, fanatismos abanderados.
Muerte, hoy deseo que hagas de tu labor algo efectivo, como antes lo eras, y no te dejes influenciar por las plegarias de los hombres, que suplican con lágrimas en los ojos una extensión que no merecen. Son jóvenes, tienen miedos infundados, temen a la oscuridad que creen que tu representas, pero no te enternezcas con sus lágrimas, que terminan siendo lágrimas de cocodrilo. Recuerda que los humanos son animales al fin y al cabo, aunque su soberbia no les permita verlo. Te perdonaré por esta vez, después de todo la fuga de muertos destruyó algunos puentes, pero abrió otras sendas. Solo debes tener cuidad en el futuro, que los zombis no deben vivir mucho tiempo.
Dicho esto, expresado el otro, me retiro a donde me llaman.

lunes, 18 de agosto de 2008

¡Ad Nauseam!

Sustituyo mi neocorteza con gusanos, movimientos lentos y sin ritmo, retorcido, podrido, pero placentero, cálido cuando el aire es frío. Las moscas mueren a millares cuando me acerco. Mis pasos queman, duelen, palpitan y no puedo evitar la sonrisa y el grito.
Espacio o tiempo, o ambos o ninguno. Quiero humo, algo de incienso en mis pulmones o en mis últimas oraciones. Hay fuego en mi garganta, otro, otro más, un trago más, la última de la noche. ‘Cortesía de la casa’ es un cuento de hadas. No quise morderte la oreja, juro por Satanás que fue un accidente.
Y Satanás muere al día siguiente, en los diarios lo explican todo menos lo importante. Jurar en vano es pecado. Pero mi mente se retuerce en recuerdos viscosos
Y cada vez me alejo más de la costa. ¿Dónde están las moscas? ¿Es que he dado todos los pasos que podía dar? ¡por favor! Denle un centavo a cada hombre, mujer y niño de china y el resto del mundo se quedará en la miseria. O lo merecemos, o lo elegimos, o ambos, pero no ninguno. ¡Absenta por favor! ¡Consuelo por favor! ¡Esperanza por favor ¡VERDAD POR FAVOR!
Esperé demasiado, nunca he obtenido lo que pido. Lo arrebatan, no lo permiten, prohibición o miedo. Ebriedad de proporciones celestiales. Vega despiadada, Deneb Algedi carroñera, Antares desdeñosa, cunnilingus para Andrómeda.
Me siento harto y no puedo aguantar mucho más. Los límites han sido violados en el callejón detrás del bar que he dejado de frecuentar. Vómito, suciedad, semen, tetas, dolor, virtud, humillación, mentira, carne, sangre, huesos, licor, astillas, estrías, lipstick, humo, cólera, ¡AD NAUSEAM!

martes, 12 de agosto de 2008

Certezas caóticas



Evoluciono, involuciono, revoluciono.

Desde adentro hacia afuera, salgo, camino, ladro, solo aveces, y continúo lo que he dejado de lado antes...

He encontrado nuevos modos de arte, convirtiendome en artesano de los pensamientos, que es lo mismo que artesano en el más apsoluto cáos. Creo, refuto, discrepo, salpico, sostengo, amo, deseo, odio, regreso, y platico las aventuras de mi viaje. Todo en una sentada y luego me vuelvo a ir...

Hasta que lo que cuento se hace real Entonces, solo entonces, y al amparo de otras locuras, encuentro lo que soy, pues lo que he sido ha muerto, y lo que seré aún no lo sé.

domingo, 27 de julio de 2008

Cuando las miradas no significan nada

Comenzó una mañana en la que no pude reconocer a ese hombre que aparecía en el espejo. No sabía de mí, no sabía donde me dejé, donde me perdí, donde dejé de pertenecerme y comencé a ser, solamente, un cuerpo hueco.
El espejo reflejaba una silueta sin rostro, una marioneta en desuso víctima de la rutina antropófaga. El día, afuera no podía pintar más hermoso, los árboles se mecían con el viento agitando las ramas arreboladas en las copas, y excitando los trinos de los pajarillos entre sus nudosidades vegetales. Había mariposas – lo cual no es común dado que ya pasó la primavera – que se movían como pétalos de flores multicolores a la deriva en el ambiente. Había niños haciendo gala de su inocencia y de su deliciosa ingenuidad, jugando a que son mayores, y lidiando con problemas ficticios, de esos que se resuelven tan fácil como echar un volado. ‘Si todo fuera como eso’ se me escapó en voz alta. El sol brillaba con la solemnidad de su indiscutible poder. Las nubes se arrinconaban en los lejanos horizontes, como ratones escondidos ante la presencia del temible felino. Todo parecía augurar lo que para cualquier otro podría ser un grandioso día. Pero, para mi propia desgracia, yo no soy cualquier otro, y todo ello me era total y absolutamente irrelevante.
Parecían atacar de nuevo, como antaño, como fantasmas cobrando nuevos bríos, nueva carne, los días sin color, los días en que uno tiene tiempo para filosofar inútilmente acerca del propósito y naturaleza de la propia existencia. Y sentía mis pensamientos apoderados de una sensación omnipresente de insensibilidad.
El agua tenía el mismo sabor que el vino, y el sexo se sentía como simple y cruda arena, las palabras se atoraban en la garganta y apenas y podía sostener una mirada sin dejarla caer al suelo – descubrí patrones en el azulejo del baño que antes no había notado – la música parecía distante, como un eco lejano.
Era como una soledad sorda invadiéndome desde adentro apoderándose de mis pensamientos, al menos, de los pocos de los que tuve plena conciencia. Hoy fue el cumpleaños de un familiar, y a pesar de estar rodeado de personas que parecían convivir con excitantes bríos yo era un cascarón vacío con ojos congelados en una sola expresión de indiferencia.
Nunca me sentí tan endiabladamente lejano de personas tan cercanas como en ese ridículo instante. Era un barco a sin timón ni velas perdido en un lago de aguas turbias con el cielo a punto de maldecirme. Recuerdo que mi hermana me preguntó “¿Qué me ves?”, pero yo no la veía, mi vista no significaba nada y casi no reaccioné a esa pregunta. Las primas pequeñas se amontonaban alrededor de mí pidiendo que las paseara sobre mis hombros como suelo hacerlo, pero hice caso omiso de sus súplicas y me fui de ahí. Hoy no fumé, no sentí ganas ni necesidad de hacerlo.
Aún en este momento, lo siento – o mejor dicho, no lo siento – y se que no es culpa de la gente, y no es culpa de nadie, es, nada, no es nada y eso no es bueno.
Es otra vez, una total reorganización, como por la que antaño pasé, un trance de renovación, de destrucción reconstrucción interna, un viaje a través de mi propio laberinto. Espero que esta vez no sea tan duro y que el aterrizaje no sea tan violento, pero tal vez espero demasiado… o demasiado poco.

lunes, 14 de julio de 2008

Requiem por un susto



Durante mucho tiempo he creído en los fantasmas - ¿Cuánto, realmente?, no se- y de repente he descubierto, no solo que ya no puedo saber de ellos, sino también, que los fantasmas ya no creen en mí.
Una noche, como cualquier otra, en la que esperaban en el acostumbrado rincón de mis pesadillas, y en las sombras desde las que antaño solían saltar sorpresivas, se cansaron de esperarme, yo simplemente no acudí, la decepción fue tanta que no desearon volver a repartirme su tan preciado temor. Yo me alimento del miedo, es mi aire, mi agua, mi droga, y un día, los espantos me la negaron. Ahora tengo mucho miedo, miedo por ya no ser querido por aquellos que alguna vez me proporcionaban lo que yo tanto esperaba. Y ahora que lo he perdido, puedo sufrir lo que realmente es una ausencia. Esto es miedo, pero es miedo cálido, bochornoso, ese que corrompe el alma.
Todas las noches, desde entonces espero en las esquinas lúgubres, y en las mansiones abandonadas a los espantos y espectros que solían regalarme ese temor frío, agradable, eléctrico que recorría, cual orgasmo delicioso, todo mi cuerpo desde la médula espinal hasta la punta de mis dedos, hasta cada uno de los vellos de mi piel. Pero, ellos no aparecen. Y solo me quedo ahí sentado, esperando toda la noche el anhelado susto, el grito desaforado, la piel erizada –de gallina, le dicen – pero el más allá me lo niega descarada e inclementemente.
Extraño tanto el miedo frío, ahora solo me queda el miedo cálido, y me quema poco a poco. Hasta el día en el que los fantasmas perdonen mi falta y vuelvan a creer en mi como una víctima de sus apariciones. Espero ese día con tanta ansia como el AA empedernido espera la soledad en el cuarto de baño para beber a hurtadillas de la licorera. Pero mi licorera está vacía, y el vino se ha vuelto agrio.

domingo, 13 de julio de 2008

martes, 8 de julio de 2008

De Sueños y Venenos


Y piensas que la espada solo te ha herido a ti, pero es porque no has sentido lo cálido de mi sangre correr por mi piel.
Y sueñas con figuras fantasmales que desean tu cordura como alimento, pero no te has dado cuenta que ya han pasado sobre mi, pero usando distintas máscaras.
Y supones que tus pesadillas podrían envenenarme a mi también, pero no te has detenido a pensar que yo deseo beber de ese veneno hasta igualar su toxicidad a la que corre por tus venas.
Somos lo que somos y eso no podemos cambiarlo con palabras, ni con ausencia, ni con lamentos, porque somos víboras en un cesto del destino, porque somos escorpiones atrapados en un aro de fuego lastimándonos con nuestros propios aguijones, porque somos estrellas en proceso de convertirnos en supernova y agujero negro.
Siento que esa sombra que engendró tu alma es la misma que engendró la mía, usando valores idénticos de destino, pero con valores antagónicos de dolor.
Merezco esa roca que cargas sobre tus hombros tanto como tú mereces ese injusto cielo que me adorna la cabeza con ligero viento.
Pero cuando me acerco a ti, el éter del que mi conciencia está formada se torna sueño sólido, se vuelve tornasolado, adornado de sabores, aromas y sensaciones que nunca podría haber imaginado, siquiera que existían.
Eres la personificación de todo lo que guardé en el secreto cofre de mis deseos, tan dulce como el divino néctar, tan mítico alimento como el maná, tan suave como los pétalos de cerezo que danzan en el viento, tan venenosa como el aliento del basilisco, tan dolorosa como las cuchillas de mis propias pesadillas.
Superas la imaginación de la que soy capaz de hacer uso, por que nada puede compararse a lo que azota mi psique con dulces y dolorosas ráfagas vibrantes de piel, de miradas, que lanzan material onírico contra mi, asediando la corteza de la que está fabricada mi fortaleza de miedos.
He sido desencadenado del fondo del Estigia para volar hasta donde te encuentras esperando con una sonrisa y un pañuelo blanco, como mi muerte.
Y ahora extiendes tu mano, en ademán de esperanza, sobre mi frente necesitada de tus dedos, sobre esta alma humana y frágil, adormecida entre elixir y vapores provenientes de la neblina de tus recuerdos.
Ahora eres el infierno que tanto necesitaba mi paraíso gris e insípido, eres el canto en el sepulcral silencio, el aroma del que el agua carece, el sabor que el aire no tiene. Eres materia en el vacío.

miércoles, 2 de julio de 2008

La sencillez del hombre complicado


Hace poco escuchaba algunas canciones de Nacho Vegas mientras bebía un cargado café. Escuchaba atentamente las letras – esto era porque no tenía nada importante que hacer, y si así fuera, lo ignoraba por completo – y noté la sencillez de sus letras, un tipo especial de sencillez, ese en el que te das cuenta de sufrimientos ajenos como si pudieras verlos, tocarlos, sentirlos, en donde te transportas a aquellas miserias tan reales que te cuesta trabajo admitirlas, tal como cuando la miseria del hombre que duerme en las banquetas y se cobija con sucios retazos de cartón se hace presente y al notarlo sentado ahí, con las manos cubiertas por mugre y sucios guantes rotos desde donde sobresalen sus dedos, con una mirada desgarradora de perro hambriento, nosotros giramos la vista hacia otra dirección y hacemos de cuenta que la miseria sentada en esa banqueta es un cuento de hadas, un producto de nuestra imaginación, una mala broma de nuestro cerebro. Es una sencillez de esas que te muestran la crudeza de lo que es real nos guste o no, nos lo parezca o no. La sencillez real y lacerarte.
Pero menciono esto, no como crítica, no con intención de dar una opinión acerca del trabajo de Vegas, ni siquiera con motivo de dictar un juicio sobre su música, sino más bien como preámbulo de lo que acontecería luego. No fueron las letras sencillas y desgarradoras las que me han inspirado esto, sino lo que me hicieron saber sobre mi mismo. Algo que nunca me había dignado a ver por más evidente que fuera, tal como sucede con aquel pordiosero harapiento.
Mi vida, desde el principio, ha resultado de lo más típica. Padres comunes, hermanos, lo suficientemente comunes, escuelas, abuelos, familia, algunos pocos amigos – me considero escrupuloso a la hora de escoger mi compañía – y por el estilo. Escuela con calificaciones promedio (por no decir mediocres), sin talentos especiales o espectaculares. Mi vida, pues, ha resultado muy sencilla, o más que sencilla, insípida, triste, mediocre, incolora, falta de emociones grandes o especiales. Ha habido dos que tres extraños giros en mi existir, de los cuales he sido timonero, pero nunca han sido suficientes.
En mi mismo soy un hombre muy sencillo, con cualidades muy comunes. Pero, según me han dicho, con una gran presencia, un poder insospechado que no deseo, necesito pasar desapercibido. Pero mis necesidades son ignoradas por mis cualidades y defectos. Soy la estatua en el parque que todos pueden ver pero nadie toma en cuenta.
Y por lo aburrido y miserable de mis hechos cotidianos he desarrollado un extraño complejo. El complejo de complicación. Siempre intento, por cualquier medio, complicar mi propia vida, como punición o como alivio. A modo de reivindicación con la falta de emociones en mis días. Busco dolor, sufrimiento, amargas situaciones, miedos, fascinaciones, incomprensiones, locuras, heridas incurables. Busco arrancarme el alma a pedazos, la destrucción de mi propio ser, la abolición de mi tranquilidad, la ruptura múltiple de mi ya de por si estigmatizado corazón, el envenenamiento de mi inspiración, la corrupción de las esperanzas. Todo esto con tal de dar a mi vida algunas complicaciones, algo en que entretener mis cansados pensamientos. El peso que llevo sobre mi espalda es el que yo mismo me he puesto. Y siempre con toda intención. Con tal de poder sentir, sentir algo.
Es agregar colores a un lienzo en blanco, aunque sea el color de mi sangre. El llenar el silencio con sonido, sin importar si es el ruido de mi agonía. Dar algo de sensaciones a mi piel, no importa que duela. Prefiero sentir dolor que no sentir nada.
Soy un hombre sencillo con aires de complicación.






lunes, 16 de junio de 2008

El circulo vicioso de la sorpresa


Y justo cuando creíste que todo había sido hecho y dicho, que ya nada podía ofrecer, te sorprende con otra tontería, te aterroriza con un nuevo susto, o te hace suspirar nuevamente con poesía jamás antes escuchada, te muestra territorios completamente nuevos y te cuenta historias que nunca se te hubieran ocurrido posibles. Las posibilidades se vuelven infinitas de nuevo, nuevas sonrisas, nuevos miedos, nuevas alegrías, y nuevas decepciones.
Cada palabra de su boca se materializa tal como ha sido descrita. Soldados alados en reinos arborícolas, pesadillas cabalgando en nubes de tormenta, miel escurriendo de la herida de un misterioso ser marino, luces que caminan entre los árboles, como farolas fantasmales. Pero ¿y si todo no fuera mas que un nuevo sueño del que nos parece imposible despertar? ¿Y que si la realidad al abrir los párpados nos parece insípida, anémica y todo aquí o allá no es más que la manifestación de nuestros infiernos inconcientes? No se los demás, pero mi infierno me gusta y no quiero despertar otra vez. O nunca más.
Y justo cuando creíste que nada nuevo podía pasar, nuevamente caen del cielo las estrellas que nunca deseaste pero no te arrepientes de haber recibido. Tardarás en adaptarte, en descubrir la monotonía en la sorpresa, y cuando lo hagas, saldrás corriendo de nuevo para buscar un nuevo límite, hasta convertirlo en normalidad y así sucesivamente, hasta desaparecer.

Estos son los círculos. Esto es magia prohibida. Esto es la esencia del fantasma.

jueves, 12 de junio de 2008

¿Qué es lo último que espero ver hoy?

Un payaso con una pata de palo dirigiendo el tránsito.
El desayuno del presidente municipal en mi plato.
Una mujer con traje de Chanel pidiendo limosna.
Una mancha de café en un libro con la forma de una pintura de Dalí (El gran Masturbador).
Las calles solitarias de gente y transitadas por millones de caracoles apresurados en una sola dirección (lo más apresurado que puedan ir los caracoles).
El vestido favorito de mi madre flotando por el malecón.
Una taza de té verde en una ferretería.
Mimos discutiendo sobre la trascendencia de los decretos constitucionales y las repercusiones de las acciones políticas en la economía latinoamericana (en lenguaje de mimo por su puesto).
Una palabra inteligente en un programa de espectáculos.
Un ave de oro en una jaula de plata comiendo semillas de bronce.
A un gato humilde.
Una sonrisa de mariposa.
El color de un “te amo”.
Las lágrimas del océano distinguidas del resto de sus aguas.
A Fidel Castro ondeando una bandera de Estados Unidos, jubiloso.
Un mendigo en un BMW.
La mujer más bella del mundo.
Un nido de gárgolas.
Paris.
La coincidencia de encontrarnos en el mismo lugar a la misma hora, con las mismas palabras y distintas intenciones.
Y finalmente: La lista de lo último que espero ver hoy.

jueves, 5 de junio de 2008

En el altar de mis sacrificios (o, No recuerdo la última vez que tuve un recuerdo)


Un cigarro, al mismo tiempo que muero, el cigarro abandonado en el cenicero me acompaña en esa lenta y calcinante agonía. ¿Sabes a que sabe la muerte? No se la tuya, pero la mía sabe a ceniza, a vino, al amanecer de anteayer, al quejido del pájaro mañanero, a tu voz, a tus labios, a mi humo. Estas tienen pinta de ser mis últimas palabras y se me antojan mojadas, tal vez rotas. ¿Y que más da cuando ya no puedes con tu garganta? ¿Qué más da si hay madres solteras, niños en las calles, ancianas prostituyéndose, sacerdotes pederastas, soldados matando inocentes? La inocencia es subjetiva, la verdad lo es también y mi única verdad se ha ido junto con tus últimas palabras, junto con mi última gratitud. Verdadera como pocas cosas saben serlo.
Quería ser libre, quería moverme con mis propias alas de insecto, palpar el terreno áspero con mis propias antenas, vender mi propia alma. Ahora no queda nada mío que ofrecer a las llamas del sacrificio. Autodestrucción, hermosa autodestrucción. Antimaterialismo disléxico. Filosofía de la perversión moral. Política del genocidio justiciero. Rito de iniciación al arte de dejar de existir. Este minuto ha sido cazado y ahora su cabeza pende cual trofeo en mi pared, junto las testas de Satanás, mi musa y Dios.
Asco, y más asco, hiere mi ser. Ánima, linda palabra, trágica palabra, indigna de ser proferida por mis sucios labios, por mi pecadora garganta. Soy tu sombra, y tu luz, tu tormento y tu regocijo, tu asiento y tu estaca. Crees que ya no me verás, pero no sabes que hasta los ciegos me ven, porque para mi no hay cosa imposible, excepto tocar tu ombligo.
"¿Puedes verme?" preguntaste aquella vez, y yo te he dicho que no, mentí, mentí como suelo hacerlo siempre, he visto tu cuerpo, he visto tus pechos y tu flor desnuda, he mentido y por ello he sido maldito. Ya no mentiré, no tengo lengua, ya no te veré más, ya no tengo ojos, nunca volveré a escuchar tu voz, mis tímpanos han sido extirpados, junto a mi alma, he pecado al pronunciar esta palabra, esa falsa negación, pero ya no tengo otra prenda que ofrecer, ¿quieres mi conciencia, que tal mi imaginación, te ofrezco mi silencio, te apetecen mis recuerdos, aún sobra algo de cinismo en mí, lo deseas? No se me ocurre nada más que darte para deshacerme de esta maldición...
No quiero deshacerme de ella, en cualquier caso.

lunes, 26 de mayo de 2008

De visiones itinerantes



El viaje de un hombre. Empezando por aquella ventana donde se reflejaban los paisajes pasando constantemente de adelante hacia atrás. Los ríos parecían tan lejanos, y al mismo tiempo creía que solo hacía falta estirar los brazos para sentir la temperatura de sus aguas. Los cerros, algunos presumiendo un verdor de lo más exuberante y otros secos y pajizos, pero todos ellos, cada uno a su particular modo, bello en esencia. Poblado tras poblado, pequeños y grandes en la lejanía y en sus zonas céntricas, los vi, cada uno de ellos desde distintos ángulos, cada uno de ellos con su particular magia. Y así fue hasta que ya entrada la madrugada llegamos a lo que me pareció primero un mar de luces que no tenía orillas, puesto que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Era la Ciudad de México. No era magnífica o imponente, más bien era ‘grande’.

Pero sucedió algo intrigante cuando llegamos a lo que perecía ser el centro de la ciudad. En la zona histórica. Había magia. Los edificios nuevos eran contiguos a las antiguas construcciones coloniales, eran las dos, casi tres de la mañana y el lugar era una desolación apenas iluminada por las lámparas que nunca son suficientes. Los callejones eran casi intermitentes entre cuadra y cuadra, y cada uno parecía conservar su propia leyenda. Las mortuorias luces nocturnas iluminaban las calles aledañas al centro. Había casas particulares sumergidas en un antiguo encanto y la pintoresca fachada cubierta por la esencia de lo colonial, las paredes roídas por el inclemente tiempo, saturadas de misterio y embeleso. Las personas que logré ver en las calles iban solas, cubiertas hasta el cuello por gruesos abrigos y bufandas que apenas dejaban ver solamente sus ojos. Sus manos metidas en las bolsas de las esponjadas chamarras y caminando encorvadas hacia delante como resistiendo la tormenta formada por el sueño, la historia y sus propias tempestades internas.


Pronto nos unimos a un grupo de personas irrelevante para relatar mis impresiones. No las mencionaré. El viaje fue reanudado poco antes del amanecer. Eran las seis de la mañana. Las personas salían de sus cómodas madrigueras en mayor número, veía el metro pasar por sus monótonas vías ya poblado por gente tan distinta entre sí que parecía ver un mosaico de pensamientos expresados en las actitudes y rostros de esas gentes. Nos alejábamos de una Ciudad de México aún sumergida en las sombras de un amanecer que se notaba lento, renuente a hacerse presente por el empotrado horizonte del este. Se arrastraba, reptaba por el cielo la luz del sol que no quería asomar sus ígneos contornos. Pero lo hizo al fin. Y comenzó a dibujarse otra silueta. Otras, mejor dicho.

En las lejanías, que pronto y poco a poco se convertían en cercanías, se pudo distinguir a los volcanes. Iztaccihuatl y Popocatépetl, coronados de blancura y rodeados de una poco densa franja nubosa. Pocas veces o nunca los había visto tal como aquella ocasión en que incluso los rodee. Estábamos en Puebla, interminables campos abiertos, algunas zonas industriales pero en la lontananza se podían distinguir las montañas blancas. Cual eternos centinelas de lo que alrededor aconteciera, estén o no los hombres en las praderas y altiplanos circundantes.

Matar o mentir

Que no se me vuelva costumbre. Mientes solo para no herir, o para salvarte el pellejo. Son mentiras ‘de las buenas’ pero cuándo aprenderán que no hay mentiras ‘de las buenas’.
“Perdón si te di esa impresión” pero es que tenías toda la razón, absolutamente toda. La impresión fue casi exacta. Esperaba algo de ti, esperaba demasiado y al final obtuve lo que quisiste.
Selección natural. Supervivencia del más apto. Mentir se ha vuelto un arte en el mundo natural y un método de supervivencia. Las mantis religiosas han llegado al extremo de parecer flores y orquídeas, de este modo son sus presas quienes la buscan, una sentencia letal para las mariposas, abejas y polillas. El pez piedra se queda pesado en los arrecifes cual verdadera roca del lecho marino y al estar cerca una presa es devorada enseguida o si algún incauto lo pisara sería víctima de las venenosas espinas de su lomo. Hay una víbora llamada de coral cuyo veneno es uno de los pocos para el cual no hay antiveneno aún. Esto parece saberlo una pequeña e inofensiva serpiente, la falsa coral, quien utiliza una imitación de los anillos de la serpiente de coral a modo de disfraz. El pájaro cucu, deja a sus poyuelos en el nido de otra ave, al eclosionar (antes de hacerlo los otros) el cucu recién nacido, en un acto de maldad instintiva lanza por el borde del nido a los otros pájaros y los huevos de sus hermanos putativos. Así los dueños del nido alimentarán a un pájaro cucu y no a sus verdaderos hijos.
Pero el mentir parece ser, también, un método de supervivencia de los hombres para con sus hermanos, y esto me asquea más que nada, sobre todo cuando es utilizado por mí. No acostumbro mentir, solo guardo silencio, solo callo y me trago mis secretos antes que disfrazarlos de mentiras, no miento, guardo secretos. Muerdo mi lengua antes de mentir. Pero ahora mi lengua sangra. Enmudecer habría sido peor. Lo que más me ha asqueado es que ha dado resultado positivo. Me clavaré espinas de maguey en mis labios y lengua para expiar mis culpas. Será una noche-de-flagelación-y-redención.
Que no se me vuelva costumbre. No quiero mentirte siempre, pero si te digo la verdad, no me lo creerías, si te contara la verdad me exigirías una mentira para calmar tu alma. Si callo no solo no resolveré nada sino que habrá espacio para la discordia. Díganme, ¡oh dioses! ¿Qué más puedo hacer?

martes, 13 de mayo de 2008

Muertes dramáticas e inútiles.


Ha muerto. Esa pequeña alimaña que había hecho nido en mi cabeza. Ese enjambre ha perdido a su reina. Me odia, me detesta, me alegro, me congratulo, me alabo, me maldice, me maldigo. Hacía tiempo que estuvo moribundo y hacía tiempo que debía ser fumigado pero se optó por la manipulación del destino, de los propios venenos.
El monstruo ha muerto, ese pedazo oculto en el envés de mi rostro. Ha sido ejecutado Mr. Hyde. Gregorio Samsa ha perecido con sus múltiples patas mirando al techo. Debía ser así. Ha muerto la parte de mí que debía morir hace tiempo, ha muerto ese trozo de historia. Me siento herido pero ligero. En palabras de Nacho Vegas: “como un ave que voló de Madrid hacia Gijón, aún herida de muerte”.
Y aunque ese trozo ha sido destruido, ese espectro ha sido evaporado, el que queda no es mejor. Guatemala siempre será Guatemala (y no hablo precisamente de la nación). Aún tengo bichos que fumigar, o solo mariposas que capturar con mis precarios utensilios.
Llenar lagos con goteros, transportar montañas grano a grano, cavar cavernas con palillos de dientes, extinguir incendios con gasolina. Exterminar monstruos para que solo queden fantasmas. Espectros, engendros, calabazas mordaces.
¿Queda algo que agregar? Hoy el sol brilla, las aves cantan, el mar resplandece como diamantes flotando por la luz que sobre él se refleja, el viento acaricia el rostro, y la gente sonríe. Bien por ellos, que se conforman con eso. Realmente no tengo muchas ganas de escribir ahora.
Descanse en paz engendro… (sin cruz por esta vez)

viernes, 9 de mayo de 2008

Decidir... O seguir...


No nos engañemos. Sabemos que hay un problema, sabemos que no estamos bien, pero parece no importarnos. ¿Crees que se arreglará solo? Mientras nadie hace nada, la bola de estambre se enreda. Pronto todo deberá terminar de uno u otro modo. Yo intentaré estar preparado con dosis menores de chocolate, dosis mínimas de ti y fuerza de voluntada sacada de algún ronconcito, que en algún lado debe quedar al menos una migaja. Tú, no sabes que el diluvio se acerca. Te ahogarás. He decidido no verte, he decidido sacarme la espina, y aunque suelo tomar malas decisiones, se que esta es la correcta. No hagas cosas malas que parezcan buenas ni cosas buenas que parezcan malas. ¡Me importa un bledo! He decidido y retractarse es imposible. Ya no me importa lo que ofrezcas, lo he decidido así. En cualquier caso no ofrecerás nada para mí.
¿A quién intento engañar…?
Me alborotaré el pelo como Søren Kierkegaard, porque existir se volvió moda.
Sshhhhhhhhhtt!!!!
¡Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio! ¡Silencio!

viernes, 2 de mayo de 2008

El vagabundo de los dieciséis cigarrillos


Es que de verdad lo necesitaba, salir, descansar, cansarme, fumar a mis anchas, ser libre por un rato, aún cuando respirar me fuera difícil. Llegué al centro. Ahí, rodeado del bullicio de la calle, los camiones de transporte urbano, el claxon de algún coche, y la mala música que es posible escuchar en el mercado desde unas bocinas ridículamente grandes en comparación con la calidad de lo que reproducían. No sabía a donde dirigirme, cualquier lugar, cualquier rumbo, todos eran confusos, todos eran molestos, ninguno se me antojaba, “tal vez uno donde tenga posibilidades de encontrarla por casualidad” pensé, pero no se me ocurrió nada. Así que caminé desde el mercado hasta el Zócalo. Los árboles, la catedral, la gente, eran molestos. Las bromas de un payaso en el lugar, antes me arrancaban alguna sonrisa desprevenida, ahora no hubo nada. Para entonces ya llevaba dos cigarrillos. No quise quedarme ahí, caminé al malecón, el agua me pareció turbia y el calor insoportable. Lo detesté, detesté ese lugar. Me subía a un urbano que me llevaría por la costera hasta el parque Papagayo. Me bajé un poco después. Para caminar más. Nunca entré al parque, lo rodeé, ya me conozco todos sus rincones de memoria, me aburre. La calle que seguía es la Cuahutemoc. Ahí caminé hasta la esquina donde se supone que hay una librería, la puerta estaba cerrada, pero no la cortina metálica. Me senté en la banqueta, a la sombra de un árbol de especie desconocida. Fumé otro cigarro más, llevaba seis hasta entonces. No sabía cuantos debería fumar, pero si sabía que más de los que estoy acostumbrado. Poco después se abrió la puerta. Salieron un hombre y una mujer, acomodándose las ropas y con el cabello recientemente mojado. Era fácil de suponer lo que ahí pasaba, cerraron las cortinas y yo me fui de ahí. Avanzaba, esta vez caminando y sin ninguna prisa. “Tal vez la encuentre por accidente” seguía pensando ridículamente. Frente al asta bandera me detuve a ver el mar y la gran cantidad de bañistas que pasaban por ahí. Me aburrí pronto de ello. Encendí mi octavo cigarrillo y me fui de ahí, caminando, esta vez más rápido, como si tuviese prisa. No era así, solo quería caminar rápido. Llegué hasta el mercado de artesanías y seguí por la Costera. Pronto hallé una banca vacía donde pude sentarme. El sol ya habría desaparecido a mis espaldas, en un horizonte hacia el que no quería voltear. Me quedé mirando el atardecer, el mar, el puerto, frente a la estatua de una sirena sobre una roca, convidándole del humo de mi onceavo pitillo. Mientras el cielo cambiaba de naranja brillante a púrpura opaco, yo contaba los pájaros que pasaban en parvadas intermitentes. Venus apareció en el horizonte, y fue como una señal, me levanté y e fui rápidamente de ahí antes de sufrir una epifanía –las odio tanto-. Sin darme cuenta había regresado al zócalo. De noche era lo mismo, pero con menos luz y especimenes más noctámbulos. De esos que esperan el crepúsculo para hacer acto de presencia: vagabundos, bohemios de banqueta, prostitutas, narcomenudistas, desconsolados, ese tipo de gente con la que no quería tener nada en común, pero que era inevitable no hacerlo. “No la veré” me resigné al final. Tomé el último camión hacia mi casa. Dieciséis llegué a contar al final del día, incluyendo el último que fumé antes de llegar a casa. El camino, ese tan oscuro, lúgubre y ominoso que hay antes de llegar a mi hogar de pronto me pareció más lúgubre, más oscuro, más ominoso, pero al mismo tiempo acogedor, como si el infierno me diera la bienvenida, como si el Estigia hubiese abierto sus turbias aguas para permitir que yo pasara a través de este sin contratiempos, como si esa ardiente oscuridad fuese el lugar correcto al que yo debía pertenecer. Me dejé cobijar por ella hasta que se consumió el último cigarro de esa noche. Caminé resignado a casa, sabía que no era mi hogar… sabía que no pertenecía ahí, aún lo se…
Sé que ahora soy el vagabundo de los dieciséis cigarrillos.

miércoles, 23 de abril de 2008

De arrepentimientos gitanos

Cafeína, alcohol y nicotina. La noche podría valer la pena después de todo. Pero hay demasiadas cosas que debo pensar primero. Ser apátrida no me salva, los errores se comenten, y el remordimiento es un oportunista que vuela rápido.
El tiempo se había acabado, el día parecía resignarse a su final. Los nervios traicionaban tanto que el dolor era irrelevante. Talvez no lo sentía. Tal vez mi conciencia padece insensibilidad congénita al dolor. No duele, no se congela, no se quema, no suda, no llora, no se lamenta, pero si siente. Y siente cuando no debe hacerlo, cuando el tacto está prohibido, cuando tocar es un delito, cuando el deseo se castiga en el patíbulo.
La noche moría a sus pocas horas de nacida, pero renació cuando frente a un gran globo aerostático brillante como una olvidada estrella, una silueta se dibujó, una alucinación gitana, un pedazo de bosque encantado, vagabundo y distraído, por esas meteóricas alturas. Saludaba como celebridad desde su balcón, más aún. Me llamaba. Deseé que fuera mentira, pero la realidad decidió ser cruelmente bondadosa con migo esa noche. Bajó de las etéreas altitudes para llevarme con ella. Punto a favor.
Y era la taberna de un Olimpo de estrógenos, era la reunión de las musas y Dionisio, la ebriedad vestida de deslumbrantes mujeres. Y yo único y ya no se si estaba solo. De palabras nos hicimos dueños, de juerga y cotilleo narcoléptico, de mil verdades y otro millar de falsedades. ¿A caso sufrí? No creo. Me sentía cómodo en un punto cercano a las estrellas esquivas y risueñas –como las odio- sobre todo cuando el hada gitana recargó su cabeza en mi hombro, (ese incomprensible apetito se vio presente de nuevo).
Inspiración me presumía sus letras. Eran bellas, eran irracionales, eran espléndidas, eran incoherentes, eran rabiosas, eran soberbias, eran honestas, eran crueles, eran lacrimógenas, eran suyas. Pero cojeaba de su fuerza, caminaba con bastón, su poder era discapacitado, y a luchas podía sostenerse. Voluntades tetraplégicas, inspiración voladora, supersónica, cósmica – ¿será el síndrome savant?-. Pero el ensueño Romaní re retiraba a su fabuloso bosque. Quise seguirla, quise escoltarla, desee tanto acompañarla, pero me quedé inmóvil. Y desde ahí la vi alejarse. Ellas reían y libaban de los alcohólicos néctares. Me detuvieron cuando quise alcanzarla, cuando quise detenerla. No pude verla, no habría servido. Pero no pude evitar el arrepentirme. No puedo evitarlo aún ahora.

Me arrepiento de no seguirla, me arrepiento de no haberme movido, me arrepiento de mis silencios, me arrepiento de no abrazarla, me arrepiento de no tocarla, y si lo hubiera hecho me habría arrepentido de hacerlo, me arrepiento de arrepentirme, y arrepentido, me arrepiento otra vez.

lunes, 21 de abril de 2008

No es nada de tu cuerpo... [Jaime Sabines]

¿Que es una mirada? Triste luz descarriada, paz sin dueño.

domingo, 20 de abril de 2008

El Camino

No hay desvíos no hay vuelta atrás, solo está El Camino.

Esas madrugadas inexplicables dejan secuelas...




Ayer te vi. No lo esperaba, desperté con la sensación de haber hecho lo correcto, pero haberme quemado las manos al mismo tiempo. Es difícil, sacar corazones del horno sin sufrir quemaduras. Segundo y tercer grado. Mis manos se encuentran enrojecidas aún, el estigma de tus caricias, y esos besos tan difíciles de borrar aún los siento en mis labios. No se si me duelen o me cosquillean, no lo he decidido. Pude recordar, pero no he olvidado nada. Serás cada vez más difícil de borrar.


Te soñé riendo, te soñé como no te he visto nunca. Eras completamente feliz, faltó cerrar los ojos y vagabundear por el reino del sueño MOR para contemplarte ostentando esa felicidad que no eres capaz de mostrar en vigilia. ¿Es que tengo que dormir para verte reír? ¿Acaso tendré que dormirte a ti con cloroformo para que al soñar y te veas riendo y aprendas como hacerlo despierta? Tal ves es muy drástico, pero a mi me suena a que es necesario. Quiero verte reír, como en mi sueño, no te quiero ver llorar. No aún. Será mañana, cuando sepa cómo abrazarte sin salir herido.


Cuando me miras así, siento que mientes. No puedo evitar pensarlo, no es culpa tuya, tu mirada no puede ser más falsa, pero así de falsa, me gusta tanto que te pediría que mientas todo el tiempo. Pero solo con los ojos, que aunque duelen, disfruto de esas falsedades. Y como soy fanático de las incoherencias, termino diciendo algunas como: pronto habrá tormentas en vasos de agua de limón, habrá sinagogas hipotecadas, habrá guerras navales de barquillos de cáscara de nuez contra veleros de papel, y finalmente un niño de ocho años defecará al anticristo que se comió ayer. Pero hoy solo deseo nutrirme de ti.

miércoles, 16 de abril de 2008

Desearía olvidarme

Hoy no tengo ganas de respirar.

Al final solo obtendré un par de sucias rocas por mausoleo y por epitafio un insulto.

El silencio no significa que ya nadie esté hablando, el lenguaje de las miradas dice mucho más que el de la lengua.

Si miras hacia adentro, no solo verás el interior de tus párpados, sino también notarás el color real del alma humana.

No me gustan tus ojos, Exijo que te los saques…

Cuando escupas, no intentes detener el proyectil, la tierra ya habría sido ensuciada antes…

Mírate, antes eras un hombre, y ahora, no se que decirte, solo queda humo de ti.

Todo es solo un suspiro esperando ser exhalado. Aguanta la respiración.

Si tuviera alma estaría ofreciéndotela en venta, ¡sería toda una ganga!

Cada hombre tiene sus secretos, y ninguno de ellos es agradable, evidencia de maldad original.

¡Nos llaman monstruos y destruyen vidas con cierto grado de placer! ¿Quién es el monstruo?

La espada no hace al asesino, sino la sangre que derrama. Las almas que bebe son solo añadidura.

Diferente día, misma mierda.

Si de mi dependiera… solo debes aprender a dar gracias, ¿de a cuerdo?

Es verdad que no es en el corazón donde se acumulan los sentimientos, ni es tampoco el hogar del alma, pero si te lo extirpo, te aseguro que morirás.

Es difícil pensar cuando tienes una lanza clavada en el tórax.

¿Qué tan cierto tiene que ser una verdad para que puedas creerla? Dame una cifra.

Mi inspiración suele responder a musas drogadas, violadas, decapitadas, esquizofrénicas, ebrias y/o mutiladas.

Si esto sale mal solo ponte a correr… y nunca te acuerdes de mi.

lunes, 14 de abril de 2008

Mis alucinaciones sin pies ni cabeza sobre ti (quien quiera que seas)

Saborear de tu sangre. Sentir tu piel, fríos tus dedos y tu mirada perversa y angelical desgarrándome la razón, hasta el fondo, hasta donde sea posible llegar, hasta donde sea imposible de olvidar. Sabes que lo lograrías, sabes de lo que eres capaz y sabes de lo sumiso que ante ti me puedo volver.
Recorro con la mirada, palmo a palmo tu piel, cada centímetro, cada dedo, cada vello, y acerco la punta de la nariz para percibir ese tu aroma fantasmal, y quiero quedarme ahí, quiero seguir sintiéndote, no moverme y continuar con la exploración de aquello que parece un aterciopelado conjunto de valles y ríos subterráneos, de desiertos de breves encantos y eternas satisfacciones y territorios prohibidos, de aquello que realmente es tu cuerpo, de aquello que en verdad eres tu. Y debajo de las mieles que ofreces corre la sangre que haz bebido, mi sangre en tu interior, y yo atrapado en los torrentes de tus venas con rumbo al latido de tu gélido corazón.
Es ese uno de tus accidentes planeados, es ahora una indispocisión salvaje, una incomodidad entre almohadas de plumas, un evento de esos con los que te tropiezas y no puedes evitar sentir que debiste tropezar antes, un juego o una maldición. Pero ahora se que no serás la piel que tocaré, y mis dedos serán lacerados antes de intentar profanar tus centímetros con rojas intenciones. Y yo seré el verdugo, yo seré el ángel vengador, y mi propio patíbulo y guillotina. El momento no es adecuado, la inspiración aún no es insoportable y ahora solo de tus etéreas sensaciones soy digno.
Y veo tu mirada y ardo en desconcertante gozo y pavor, y siento tus fragancias para alucinarte, bajo una luna menguante rastrera y opacable por uno solo de esos finos dedos de plata. Me quemas con tu frío, me atormentan los timbres de esa tu voz que se arrastra por el viento, sigilosa hasta mis oídos, tenaz hasta mi imaginación, y sucumbo fulminado por esa sonrisa de luna, que cual poderoso psicotrópico me pierde en orgías oníricas de seres de fantasía.
Ahora solo cierro los ojos para no ver otra cosa que aquel momento en que tu carmín tiñó mis labios, y tu latido pausado y rítmico me engendró la locura que ahora me inspiras. Y me inspiras, y te sueño, y la esquizofrenia se hace inevitable y contundente.
Sí, ahora he perdido mi cordura - ¿dónde la dejé?- y no recuerdo si la perdí porque apareciste o apareciste por que la perdí. Aunque ahora da igual, aunque ahora mismo solo necesite un momento con mi propio humo y sumergido en mis propios lagos de níquel acuoso para reponerme de ti, y se que después volverás a ser mi enfermedad.
Oh! Esa sangre. Oh! Esa piel. En verdad, ahora eres mi alucinógeno.

sábado, 12 de abril de 2008

El vampiro de las anécdotas



Epifanías… las odio tanto. Y es que nunca me dejan dormir en paz. Hace cuanto que deseo un momento de paz, un día sin revelaciones, un solo segundo en el que no sea asaltado por verdades, no tanto porque sean molestas, sino porque son incorregibles, tal vez más por decisión propia que por otra cosa.
Siempre fui un autoexiliado, un ermitaño. El contacto físico me era molesto, el contacto social insatisfactorio, me alejaba, era feliz siendo invisible, era un don nadie con la certeza de estarlo haciendo bien, el no ser nadie, era bueno en ello y me encontraba perfectamente definido por esa situación. Socialmente no había dudas. Pero no fue hasta hace poco que lo noté, mi vida social se volvió precipitadamente dinámica, pero soy un novato en esto de tener amigos, en esto de tener relaciones afectivas. Mi vida siempre fue corta de contar, siempre, puesto que los sucesos en ella eran de tan poca importancia que nunca resultaron lo suficientemente interesantes como para convertirlos en motivos de conversación. Así que ahora prefiero nutrirme de lo que otros viven y voy a la caza constante de anécdotas.
Alguien me dijo que yo era una especie de vampiro de historias, y tal vez no se equivocó, me nutro de las historias de otros y de las pocas que pueda conseguir con mi propia experiencia. El dinamismo aumenta gradualmente en mi sociedad inmediata y me dejo arrastrar hasta donde es seguro. No más allá, o podría ahogarme. Siempre he sido bueno escuchando a los demás, siempre ha sido así porque no es común que prefiera hablar, casi nunca tengo algo que merezca la pena ser escuchado, y cuando es así, encontrar a la persona digna de escucharme se vuelve más difícil aún. ¿Quién podría tomarme en serio?
A falta de anécdotas propias he adquirido y/o desarrollado la habilidad de crear historias, relatos, vaya. Ahí descargo los sucesos que no vivo, no necesariamente lo que me gustaría vivir, porque mis personajes sufren mucho por lo regular, pero si lo interesante que no tengo. Me alimento de anécdotas, entre más interesante o increíble sean, más suculentas se vuelven.
Denme anécdotas, denme alimento para el alma.
Pero ahora soy un novato en eso de la vida social y las reglas básicas de conducta en sociedad me son casi desconocidas. Aún no comprendo sus leyes ni sus fuerzas dinámicas, pero me iré adentrando poco a poco en ello. Esa situación me vuelve un ingenuo, se que no es bueno, pero no me molesta, ahora mismo recargo confianza entintada con desconfianza (que contradicción) en cada individuo que conozco. Todos son capaces de mentir
No haré de esto una larga epístola he escrito suficiente por esta madrugada. Ahora es momento de pasar la página. Es un buen momento para pensar en aquellas promesas que debo cumplir, y en aquellas que aún pueden esperar otras décadas. O siglos, todo dependerá de un sentido darviniano del proseguir de las situaciones.

Relaciones enfermizas



Es probable que me odies. Después de todo, soy odiable, es una de mis cualidades. No voy a culparte. Eres mi espina en el dedo gordo del pié, ese dedo que me fue amputado cuando te fuiste. Y ahora apareces aquí. Sigues creyéndote diosa de mi vida. Sigues apresurando los amaneceres para llegar más rápido a la puesta de sol. ¡¿A quien le importa?! Después de todo es solo una estrella inútil. Quítate esas gafas, quiero ver tus ojos, esos ojos que antes habrían poblado de miseria mis días, con cada una de sus molestas horas. Está bien. te permito que me odies, que me claves esa tu mirada, que manipules mis desprecios a tu antojo, pero no puedo regalarte un beso más. No quiero regalarte una caricia más. Todas aquellas que tenía para ti las he regalado a la caridad. Cada abrazó que tenía tu nombre lo he olvidado en el maletero, los "te amo"s que eran para ti han sido destruidos. Ya no tengo nada en la chistera de la que no solo sacaba níveos conejos, sino también caricias mágicas con las cuales encenderte. Has de conformarte con mirarme, pero sé que no será suficiente. No importa, yo tampoco quería verte. Me pondré gafas oscuras y fumaré dándote la espalda, si no te importa...

jueves, 3 de abril de 2008

La vida pende de una sábana blánca





¿Y si el amor fuera veneno? Esa podría ser la explicación de porque mueren los amantes, de porque se quitan la vida. ¿Que tanto se puede resistir? ¿Cuantas gotas son necesarias para derramar un vaso? ¿Es una sábana blanca una sentencia de muerte? ¿Y si no abro la puerta, estoy muriendo?
¿Quien soy yo para hablar? Ella había pasado por mucho, ella había sido su víctima, la víctima y su propia victimaria. Ahora ya no importa. Luego de unos minutos sin aire, eso ya no importa.
No se equivoquen, a ella no la conocí, no puedo recordar sus sonrisas ni el timbre de su voz, pero puedo asegurar que la vi más de una vez, insospechadamente. Y ostentaba alegría, sonrisas, y sus ojos no mostraban augurios trágicos. Pero que importa si esos son invisibles.
¿Como pudo suceder…? Un día más, una rutina por seguir, una visita, y su novio la recibe, la habitación se vuelve densa, los gritos y los señalamientos ofensivos caen cual lluvia ácida sobre la chica. Ella lanza algunas flechas al tipo, pero no tantas como las que él ha lanzado. Y son demasiadas. La discusión termina bruscamente y sus heridas son muy profundas. No pueden ser sanadas, su piel está intacta, pero su alma ya no puede ser reparada. El dolor, el dolor. Y las lágrimas, seguro que hubo lágrimas. Ahora su mejor amiga se hace presente, es aquella sábana blanca que tantas veces había visto, sobre la cual se habría acostado innumerables ocasiones y que infinidad de en días la cobijaron. Y ahora la trasladará a un mundo sin dolor.
Con la delicadeza y el cuidado de un maestro artesano la enrolla delicadamente, y el dolor crece de la mano con su desesperación. Está lista, es una obra maestra, es su obra maestra y la obra que más ha amado desde que tiene memoria. La longitud exacta, la anchura precisa, la resistencia necesaria. Y levantándose de su sitio separa la ropa de los ganchos y coloca cuidadosamente la sábana improvisada como horca.
Ella está lista, ella está preparada, las consecuencias han pasado una y otra vez por su mente, pero las consecuencias ya no interesan, todas las historias que pudo haber protagonizado se acaban aquí, sus caminos, sus pasos, sus días, sus noches, el primer beso, el primer amor, las palabras bellas, su mascota, la cerveza de aquella noche, su primera noche con él, su primer orgasmo, las veces que la hizo llorar, las veces que la hizo sangrar…
Aquí terminan los caminos y los días…
Sus pies se encuentran a escasos treinta o cuarenta centímetros del suelo, pero son los centímetros que la separan de una vida que ya no desea. Y así, toda su vida pende del tubo del closet. La vida pende de una sábana blanca. Y el closet es un patíbulo.
La siniestra escena aparece ante los ojos de los dueños de la casa horas después. Es demasiado tarde, siempre lo fue...


Ayer una mujer de 21 años, que estudiaba en el salón contiguo al mío, se quitó la vida en la casa de su novio. Todo lo antes escrito es solo una visión/versión particular de lo ocurrido.

Descanse en paz, Lupita…†

miércoles, 2 de abril de 2008

Escapar de las telarañas eléctricas

Tengo un recuerdo que me resulta lejanísimo. Es el recuerdo de una araña. Se mostraba descaradamente, a la vista de todos, exhibiendo sus ocho patas monumentales y en una actitud entre amenazadora y despreocupada. Era de un color verde. Se encontraba en el brazo de un hombre cuyo nombre no recuerdo y tal vez no quiero recordar.
¿Por qué me asalta la remota imagen del tatuaje de un hombre desconocido que conociera en mi niñez? Como si supiera la respuesta a esa pregunta.

Me siento desplazado. Mi cuerpo ha sido rebasado, yo he sido insuficiente para mi mismo. Quiero salir de mí, huir de mí, muy lejos, donde no vuelva a encontrarme. Quiero salir de mi pellejo, ocultarme donde no pueda verme. Tal vez en la distancia. Me siento verdaderamente desplazado, el mundo me rechaza, le causo indigestión, quiere vomitarme fuera de él. Eso no estaría tan mal, pero debo hacer algunas cosas antes.
Tal vez, al final, solo pueda llevarme con migo mis absurdos recuerdos, entre los que se incluyen los que tengo de una infancia loca y ampliamente disfrutada, tatuajes de arañas, tal vez el mundo visto desde una lupa, o mis células cerebrales contempladas por el telescopio Hubble. ¿Como se verá la miseria en imágenes satelitales? ¿Puedo ver a Dios con las lentillas de Van Leeuwenhoek? Y si me sumerjo en la mancha roja de Júpiter y me muerden las arañas, solo Galileo podría salvarme.





Migalas, viudas negras, garrapatas, tejedoras, telarañas, telarañas en mi cabeza, telarañas eléctricas, la Vía Láctea atrapada en mi telaraña, y yo huyendo, y corro, y corro, y no puedo escapar. Dios es una mosca y ha caído en la red.
¡Rescátenme de mi mismo!
Einstein, ven aquí, eso es… buen chico…
¡No, no muerdas ahí Nietzsche! ¡Perro malo!
Alimento para las arañas. Tengo exoesqueleto, tengo ocho ojos, te tendré a ti. Te atraparé. Las alas no te salvaran. Y yo lograré escaparme.

sábado, 29 de marzo de 2008

Dilemas del alter-ego


“Si yo fuera mujer” escuché una vez a un amigo, “sería taciturna, vestiría faldas muy largas, huiría de los hombres y de las miradas en general, colocaría mis largos cabellos frente a mi rostro, pero de noche sacaría un cuchillo y saldría a la calle a seducir cabrones para luego rajarlos” su extraña serie de suposiciones sobre lo que pasaría si él fuera una mujer me pareció en primera instancia algo muy interesante, un personaje atrayente se había creado a partir de esta suposición.
Y me sentí tentado a colaborar con mi propio alter-ego femenino al cual describí en primera instancia como una mujer de aspecto insalubre, pero atractivo, cadenas, piercings, tal vez un tatuaje de libélula en el vientre, justo debajo del ombligo. Con un comportamiento rebelde, despreocupado, impulsivo y, sobre todo, lascivo. Sería una filósofa ramera o algo por el estilo que parafraseara a Nietzsche, Sartré, Camus, Tomás de Aquino y algún otro filosofo, pensador o simplemente escritor mientras gritaba y gemía durante los sucesivos coitos que inundarían sus noches y madrugadas.
Alguien más entró a la conversación exponiendo su propia figura femenina. Esta sería una especie de bohemia que andaría de bar en bar, de carretera en carretera y solo cargaría consigo (además de algunos tiliches) su adorada guitarra, y sería lesbiana. Entró en este punto una controversia poco común y que, a pesar de no llevar a ningún lado, seguiría continuamente. Se le cuestionó a este último el porqué de haber elegido a una lesbiana, y el respondió que aún siendo mujer le gustarían las mujeres tanto como ahora.
Pero saltó a mi la duda, “¿no significaría lo contrario? ¿Si eliges ser lesbiana es por que siendo hombre eres homosexual? Puesto que si eres hetero aquí en tu alter-ego femenino tienes que ser hétero, ¿Qué no?” y él con un gesto algo airado, aunque más bien confundido y pensativo respondió: “no, lo que yo creo es que si te gustan las mujeres como hombre, como mujer debe ser también así, y si eres hombre y te gustan los hombres, quieres ser mujer para tener a todos los hombres que puedas, es más creíble así, ¿No?”.
¿Cómo combatir ese argumento? Si repetía el mismo de antes él simplemente repetiría lo mismo. Y el dilema simplemente quedó sin resolverse. Ninguno de los dos nos arrepentimos de lo que habíamos elegido como alter-ego femenino, cada uno se aferro a su opinión, además eran buenos personajes.
Aquí hay otro punto que mostrar. ¿Es siendo del sexo opuesto como liberaríamos todas nuestros deseos escondidos? ¿Por qué no hacerlo aquí y ahora? La realidad es más difícil. Aún siendo del mismo sexo en la otra realidad nos pondríamos como seres muy superiores a lo que realmente somos. Y no nos quedarían sueños que cumplir en el ilusorio mundo de la fantasía. Pero el mundo se vive aquí y ahora. En la imaginación creamos nuestras metas, en la realidad nos limitamos a cumplirlas o hacer lo posible por hacerlas.
Si me enfrasco ahora en un sermón sobre realidad e imaginación no terminaré, así que me detendré ahora. Una copa de vino y ya…

domingo, 23 de marzo de 2008

Some hours later


¿Que tan certero es lo certero cuando no deseas que lo sea? La noche anterior tuve que fumar en medio de una oscuridad poco discreta. Regresé salpicado de ese polvo plateado que la luna derrama sobre la tierra cuando su caprichosa atmósfera lo permite, ¡y valla que lo permitió!
No puedo creer, no quiero creer en las enfermedades de los desconocidos. ¿Es el sexo una enfermedad realmente o solo una invención como el Coco, Santa Claus, Dios y mi reflejo? Tal vez nunca lo sepa, pero no quiero saberlo. “Tengo frío” dijo ella y yo imaginaba su carne helada debajo de esa piel morenita. Pero seguramente la fiebre de otro cuerpo esté dispuesta a calentarla. Mientras yo juego con luces nocturnas y aspiro algo de tabaco encendido. Preferí imaginar y recordar, unas manos embadurnadas de una espesa pintura amarilla, tal vez un cadáver oculto bajo las raíces de un tronco vetusto (resultó ser una camisa muy vieja), algunas enrojecidas palabras y finalmente… nada. Me dejé envolver por el aroma de esos jazmines nocturnos. Y luego de unas horas el asalto final de Morfeo.
¿Qué tan certero es lo certero cuando no deseas que lo sea?
¿Qué resulta más peligroso: no saber que decir o no saber que pensar?
¿Qué es preferible: que sea peligroso o aburrido?
¿Cómo se llama eso que hace que me sienta como un pájaro enjaulado con dos cabezas? Inmadurez, miedo, sabiduría, prudencia, cobardía, todas las anteriores…
Dar respuestas resulta cada vez más agobiante.
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