jueves, 5 de junio de 2008

En el altar de mis sacrificios (o, No recuerdo la última vez que tuve un recuerdo)


Un cigarro, al mismo tiempo que muero, el cigarro abandonado en el cenicero me acompaña en esa lenta y calcinante agonía. ¿Sabes a que sabe la muerte? No se la tuya, pero la mía sabe a ceniza, a vino, al amanecer de anteayer, al quejido del pájaro mañanero, a tu voz, a tus labios, a mi humo. Estas tienen pinta de ser mis últimas palabras y se me antojan mojadas, tal vez rotas. ¿Y que más da cuando ya no puedes con tu garganta? ¿Qué más da si hay madres solteras, niños en las calles, ancianas prostituyéndose, sacerdotes pederastas, soldados matando inocentes? La inocencia es subjetiva, la verdad lo es también y mi única verdad se ha ido junto con tus últimas palabras, junto con mi última gratitud. Verdadera como pocas cosas saben serlo.
Quería ser libre, quería moverme con mis propias alas de insecto, palpar el terreno áspero con mis propias antenas, vender mi propia alma. Ahora no queda nada mío que ofrecer a las llamas del sacrificio. Autodestrucción, hermosa autodestrucción. Antimaterialismo disléxico. Filosofía de la perversión moral. Política del genocidio justiciero. Rito de iniciación al arte de dejar de existir. Este minuto ha sido cazado y ahora su cabeza pende cual trofeo en mi pared, junto las testas de Satanás, mi musa y Dios.
Asco, y más asco, hiere mi ser. Ánima, linda palabra, trágica palabra, indigna de ser proferida por mis sucios labios, por mi pecadora garganta. Soy tu sombra, y tu luz, tu tormento y tu regocijo, tu asiento y tu estaca. Crees que ya no me verás, pero no sabes que hasta los ciegos me ven, porque para mi no hay cosa imposible, excepto tocar tu ombligo.
"¿Puedes verme?" preguntaste aquella vez, y yo te he dicho que no, mentí, mentí como suelo hacerlo siempre, he visto tu cuerpo, he visto tus pechos y tu flor desnuda, he mentido y por ello he sido maldito. Ya no mentiré, no tengo lengua, ya no te veré más, ya no tengo ojos, nunca volveré a escuchar tu voz, mis tímpanos han sido extirpados, junto a mi alma, he pecado al pronunciar esta palabra, esa falsa negación, pero ya no tengo otra prenda que ofrecer, ¿quieres mi conciencia, que tal mi imaginación, te ofrezco mi silencio, te apetecen mis recuerdos, aún sobra algo de cinismo en mí, lo deseas? No se me ocurre nada más que darte para deshacerme de esta maldición...
No quiero deshacerme de ella, en cualquier caso.

1 comentario:

Ada Medina. dijo...

BUHO DE LA NOCHE CREPUSCULAR, HE RECONOSIDO EN EL GRITO DE EL SILENCIO GUARDADO, LA NOSTALGIA CON QUE DESVELAS A LAS MUSAS MALDITAS, MISMAS QUE EN ESTA NOCHE JUGARAN CONTIGO A ESCRIBIR POESIA.

Powered By Blogger