sábado, 21 de septiembre de 2013

Contemplación de la niña pelirroja sentada frente a mí

Besada por el fuego, como les llaman los pueblos libres del frío, lejano y salvaje norte a quienes tienen el cabello encendido en tonos sangrantes, esto según un autor que me gusta. La veo, el rostro más pequeño que soy capaz de imaginar, las manos más tiernas, los gruesos lentes ocultando unos diminutos ojos llenos de sueños coloridos, las pecas cubren sus mejillas sin orden aparente, en una marcha de hermoso caos. Sonríe tímida en un campo de flores y plantas carnívoras mientras recoge sus escarlatas cabellos con un listón que huele a fresas con crema. La baña la luz de un crepúsculo que no se mueve, que permanece ahí, eterno e inmóvil. El sol no quiere dejar de verla.

Sonríe y se sienta a escribir en una pequeña libreta. Escribe los sueños que tuvo un ratón la noche en que su madre murió. Escribe la oración que una niña huérfana dedica a su abuelita imaginaria. Escribe las vicisitudes de la pequeña oruga que cruza de una hoja a otra para hacerse capullo. Escribe los nombres secretos de las rocas, del viento, de cada gota de agua que contiene el vaporoso océano. Ella escribe sin mirar al mundo, a este o a cualquier otro mundo al que ella haya llevado a pasear a esa su sonrisa dulce y enigmática, y así lo seguirá haciendo con esos ágiles y diminutos dedos hasta que su nombre se haya olvidado. Si es que alguna vez alguien lo supo. 

1 comentario:

Ada Medina. dijo...

Hermosa,no hay mas palabras.
Perdona... si las hay, las tuyas.

He vuelto.

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