miércoles, 23 de abril de 2008

De arrepentimientos gitanos

Cafeína, alcohol y nicotina. La noche podría valer la pena después de todo. Pero hay demasiadas cosas que debo pensar primero. Ser apátrida no me salva, los errores se comenten, y el remordimiento es un oportunista que vuela rápido.
El tiempo se había acabado, el día parecía resignarse a su final. Los nervios traicionaban tanto que el dolor era irrelevante. Talvez no lo sentía. Tal vez mi conciencia padece insensibilidad congénita al dolor. No duele, no se congela, no se quema, no suda, no llora, no se lamenta, pero si siente. Y siente cuando no debe hacerlo, cuando el tacto está prohibido, cuando tocar es un delito, cuando el deseo se castiga en el patíbulo.
La noche moría a sus pocas horas de nacida, pero renació cuando frente a un gran globo aerostático brillante como una olvidada estrella, una silueta se dibujó, una alucinación gitana, un pedazo de bosque encantado, vagabundo y distraído, por esas meteóricas alturas. Saludaba como celebridad desde su balcón, más aún. Me llamaba. Deseé que fuera mentira, pero la realidad decidió ser cruelmente bondadosa con migo esa noche. Bajó de las etéreas altitudes para llevarme con ella. Punto a favor.
Y era la taberna de un Olimpo de estrógenos, era la reunión de las musas y Dionisio, la ebriedad vestida de deslumbrantes mujeres. Y yo único y ya no se si estaba solo. De palabras nos hicimos dueños, de juerga y cotilleo narcoléptico, de mil verdades y otro millar de falsedades. ¿A caso sufrí? No creo. Me sentía cómodo en un punto cercano a las estrellas esquivas y risueñas –como las odio- sobre todo cuando el hada gitana recargó su cabeza en mi hombro, (ese incomprensible apetito se vio presente de nuevo).
Inspiración me presumía sus letras. Eran bellas, eran irracionales, eran espléndidas, eran incoherentes, eran rabiosas, eran soberbias, eran honestas, eran crueles, eran lacrimógenas, eran suyas. Pero cojeaba de su fuerza, caminaba con bastón, su poder era discapacitado, y a luchas podía sostenerse. Voluntades tetraplégicas, inspiración voladora, supersónica, cósmica – ¿será el síndrome savant?-. Pero el ensueño Romaní re retiraba a su fabuloso bosque. Quise seguirla, quise escoltarla, desee tanto acompañarla, pero me quedé inmóvil. Y desde ahí la vi alejarse. Ellas reían y libaban de los alcohólicos néctares. Me detuvieron cuando quise alcanzarla, cuando quise detenerla. No pude verla, no habría servido. Pero no pude evitar el arrepentirme. No puedo evitarlo aún ahora.

Me arrepiento de no seguirla, me arrepiento de no haberme movido, me arrepiento de mis silencios, me arrepiento de no abrazarla, me arrepiento de no tocarla, y si lo hubiera hecho me habría arrepentido de hacerlo, me arrepiento de arrepentirme, y arrepentido, me arrepiento otra vez.

lunes, 21 de abril de 2008

No es nada de tu cuerpo... [Jaime Sabines]

¿Que es una mirada? Triste luz descarriada, paz sin dueño.

domingo, 20 de abril de 2008

El Camino

No hay desvíos no hay vuelta atrás, solo está El Camino.

Esas madrugadas inexplicables dejan secuelas...




Ayer te vi. No lo esperaba, desperté con la sensación de haber hecho lo correcto, pero haberme quemado las manos al mismo tiempo. Es difícil, sacar corazones del horno sin sufrir quemaduras. Segundo y tercer grado. Mis manos se encuentran enrojecidas aún, el estigma de tus caricias, y esos besos tan difíciles de borrar aún los siento en mis labios. No se si me duelen o me cosquillean, no lo he decidido. Pude recordar, pero no he olvidado nada. Serás cada vez más difícil de borrar.


Te soñé riendo, te soñé como no te he visto nunca. Eras completamente feliz, faltó cerrar los ojos y vagabundear por el reino del sueño MOR para contemplarte ostentando esa felicidad que no eres capaz de mostrar en vigilia. ¿Es que tengo que dormir para verte reír? ¿Acaso tendré que dormirte a ti con cloroformo para que al soñar y te veas riendo y aprendas como hacerlo despierta? Tal ves es muy drástico, pero a mi me suena a que es necesario. Quiero verte reír, como en mi sueño, no te quiero ver llorar. No aún. Será mañana, cuando sepa cómo abrazarte sin salir herido.


Cuando me miras así, siento que mientes. No puedo evitar pensarlo, no es culpa tuya, tu mirada no puede ser más falsa, pero así de falsa, me gusta tanto que te pediría que mientas todo el tiempo. Pero solo con los ojos, que aunque duelen, disfruto de esas falsedades. Y como soy fanático de las incoherencias, termino diciendo algunas como: pronto habrá tormentas en vasos de agua de limón, habrá sinagogas hipotecadas, habrá guerras navales de barquillos de cáscara de nuez contra veleros de papel, y finalmente un niño de ocho años defecará al anticristo que se comió ayer. Pero hoy solo deseo nutrirme de ti.

miércoles, 16 de abril de 2008

Desearía olvidarme

Hoy no tengo ganas de respirar.

Al final solo obtendré un par de sucias rocas por mausoleo y por epitafio un insulto.

El silencio no significa que ya nadie esté hablando, el lenguaje de las miradas dice mucho más que el de la lengua.

Si miras hacia adentro, no solo verás el interior de tus párpados, sino también notarás el color real del alma humana.

No me gustan tus ojos, Exijo que te los saques…

Cuando escupas, no intentes detener el proyectil, la tierra ya habría sido ensuciada antes…

Mírate, antes eras un hombre, y ahora, no se que decirte, solo queda humo de ti.

Todo es solo un suspiro esperando ser exhalado. Aguanta la respiración.

Si tuviera alma estaría ofreciéndotela en venta, ¡sería toda una ganga!

Cada hombre tiene sus secretos, y ninguno de ellos es agradable, evidencia de maldad original.

¡Nos llaman monstruos y destruyen vidas con cierto grado de placer! ¿Quién es el monstruo?

La espada no hace al asesino, sino la sangre que derrama. Las almas que bebe son solo añadidura.

Diferente día, misma mierda.

Si de mi dependiera… solo debes aprender a dar gracias, ¿de a cuerdo?

Es verdad que no es en el corazón donde se acumulan los sentimientos, ni es tampoco el hogar del alma, pero si te lo extirpo, te aseguro que morirás.

Es difícil pensar cuando tienes una lanza clavada en el tórax.

¿Qué tan cierto tiene que ser una verdad para que puedas creerla? Dame una cifra.

Mi inspiración suele responder a musas drogadas, violadas, decapitadas, esquizofrénicas, ebrias y/o mutiladas.

Si esto sale mal solo ponte a correr… y nunca te acuerdes de mi.

lunes, 14 de abril de 2008

Mis alucinaciones sin pies ni cabeza sobre ti (quien quiera que seas)

Saborear de tu sangre. Sentir tu piel, fríos tus dedos y tu mirada perversa y angelical desgarrándome la razón, hasta el fondo, hasta donde sea posible llegar, hasta donde sea imposible de olvidar. Sabes que lo lograrías, sabes de lo que eres capaz y sabes de lo sumiso que ante ti me puedo volver.
Recorro con la mirada, palmo a palmo tu piel, cada centímetro, cada dedo, cada vello, y acerco la punta de la nariz para percibir ese tu aroma fantasmal, y quiero quedarme ahí, quiero seguir sintiéndote, no moverme y continuar con la exploración de aquello que parece un aterciopelado conjunto de valles y ríos subterráneos, de desiertos de breves encantos y eternas satisfacciones y territorios prohibidos, de aquello que realmente es tu cuerpo, de aquello que en verdad eres tu. Y debajo de las mieles que ofreces corre la sangre que haz bebido, mi sangre en tu interior, y yo atrapado en los torrentes de tus venas con rumbo al latido de tu gélido corazón.
Es ese uno de tus accidentes planeados, es ahora una indispocisión salvaje, una incomodidad entre almohadas de plumas, un evento de esos con los que te tropiezas y no puedes evitar sentir que debiste tropezar antes, un juego o una maldición. Pero ahora se que no serás la piel que tocaré, y mis dedos serán lacerados antes de intentar profanar tus centímetros con rojas intenciones. Y yo seré el verdugo, yo seré el ángel vengador, y mi propio patíbulo y guillotina. El momento no es adecuado, la inspiración aún no es insoportable y ahora solo de tus etéreas sensaciones soy digno.
Y veo tu mirada y ardo en desconcertante gozo y pavor, y siento tus fragancias para alucinarte, bajo una luna menguante rastrera y opacable por uno solo de esos finos dedos de plata. Me quemas con tu frío, me atormentan los timbres de esa tu voz que se arrastra por el viento, sigilosa hasta mis oídos, tenaz hasta mi imaginación, y sucumbo fulminado por esa sonrisa de luna, que cual poderoso psicotrópico me pierde en orgías oníricas de seres de fantasía.
Ahora solo cierro los ojos para no ver otra cosa que aquel momento en que tu carmín tiñó mis labios, y tu latido pausado y rítmico me engendró la locura que ahora me inspiras. Y me inspiras, y te sueño, y la esquizofrenia se hace inevitable y contundente.
Sí, ahora he perdido mi cordura - ¿dónde la dejé?- y no recuerdo si la perdí porque apareciste o apareciste por que la perdí. Aunque ahora da igual, aunque ahora mismo solo necesite un momento con mi propio humo y sumergido en mis propios lagos de níquel acuoso para reponerme de ti, y se que después volverás a ser mi enfermedad.
Oh! Esa sangre. Oh! Esa piel. En verdad, ahora eres mi alucinógeno.

sábado, 12 de abril de 2008

El vampiro de las anécdotas



Epifanías… las odio tanto. Y es que nunca me dejan dormir en paz. Hace cuanto que deseo un momento de paz, un día sin revelaciones, un solo segundo en el que no sea asaltado por verdades, no tanto porque sean molestas, sino porque son incorregibles, tal vez más por decisión propia que por otra cosa.
Siempre fui un autoexiliado, un ermitaño. El contacto físico me era molesto, el contacto social insatisfactorio, me alejaba, era feliz siendo invisible, era un don nadie con la certeza de estarlo haciendo bien, el no ser nadie, era bueno en ello y me encontraba perfectamente definido por esa situación. Socialmente no había dudas. Pero no fue hasta hace poco que lo noté, mi vida social se volvió precipitadamente dinámica, pero soy un novato en esto de tener amigos, en esto de tener relaciones afectivas. Mi vida siempre fue corta de contar, siempre, puesto que los sucesos en ella eran de tan poca importancia que nunca resultaron lo suficientemente interesantes como para convertirlos en motivos de conversación. Así que ahora prefiero nutrirme de lo que otros viven y voy a la caza constante de anécdotas.
Alguien me dijo que yo era una especie de vampiro de historias, y tal vez no se equivocó, me nutro de las historias de otros y de las pocas que pueda conseguir con mi propia experiencia. El dinamismo aumenta gradualmente en mi sociedad inmediata y me dejo arrastrar hasta donde es seguro. No más allá, o podría ahogarme. Siempre he sido bueno escuchando a los demás, siempre ha sido así porque no es común que prefiera hablar, casi nunca tengo algo que merezca la pena ser escuchado, y cuando es así, encontrar a la persona digna de escucharme se vuelve más difícil aún. ¿Quién podría tomarme en serio?
A falta de anécdotas propias he adquirido y/o desarrollado la habilidad de crear historias, relatos, vaya. Ahí descargo los sucesos que no vivo, no necesariamente lo que me gustaría vivir, porque mis personajes sufren mucho por lo regular, pero si lo interesante que no tengo. Me alimento de anécdotas, entre más interesante o increíble sean, más suculentas se vuelven.
Denme anécdotas, denme alimento para el alma.
Pero ahora soy un novato en eso de la vida social y las reglas básicas de conducta en sociedad me son casi desconocidas. Aún no comprendo sus leyes ni sus fuerzas dinámicas, pero me iré adentrando poco a poco en ello. Esa situación me vuelve un ingenuo, se que no es bueno, pero no me molesta, ahora mismo recargo confianza entintada con desconfianza (que contradicción) en cada individuo que conozco. Todos son capaces de mentir
No haré de esto una larga epístola he escrito suficiente por esta madrugada. Ahora es momento de pasar la página. Es un buen momento para pensar en aquellas promesas que debo cumplir, y en aquellas que aún pueden esperar otras décadas. O siglos, todo dependerá de un sentido darviniano del proseguir de las situaciones.

Relaciones enfermizas



Es probable que me odies. Después de todo, soy odiable, es una de mis cualidades. No voy a culparte. Eres mi espina en el dedo gordo del pié, ese dedo que me fue amputado cuando te fuiste. Y ahora apareces aquí. Sigues creyéndote diosa de mi vida. Sigues apresurando los amaneceres para llegar más rápido a la puesta de sol. ¡¿A quien le importa?! Después de todo es solo una estrella inútil. Quítate esas gafas, quiero ver tus ojos, esos ojos que antes habrían poblado de miseria mis días, con cada una de sus molestas horas. Está bien. te permito que me odies, que me claves esa tu mirada, que manipules mis desprecios a tu antojo, pero no puedo regalarte un beso más. No quiero regalarte una caricia más. Todas aquellas que tenía para ti las he regalado a la caridad. Cada abrazó que tenía tu nombre lo he olvidado en el maletero, los "te amo"s que eran para ti han sido destruidos. Ya no tengo nada en la chistera de la que no solo sacaba níveos conejos, sino también caricias mágicas con las cuales encenderte. Has de conformarte con mirarme, pero sé que no será suficiente. No importa, yo tampoco quería verte. Me pondré gafas oscuras y fumaré dándote la espalda, si no te importa...

jueves, 3 de abril de 2008

La vida pende de una sábana blánca





¿Y si el amor fuera veneno? Esa podría ser la explicación de porque mueren los amantes, de porque se quitan la vida. ¿Que tanto se puede resistir? ¿Cuantas gotas son necesarias para derramar un vaso? ¿Es una sábana blanca una sentencia de muerte? ¿Y si no abro la puerta, estoy muriendo?
¿Quien soy yo para hablar? Ella había pasado por mucho, ella había sido su víctima, la víctima y su propia victimaria. Ahora ya no importa. Luego de unos minutos sin aire, eso ya no importa.
No se equivoquen, a ella no la conocí, no puedo recordar sus sonrisas ni el timbre de su voz, pero puedo asegurar que la vi más de una vez, insospechadamente. Y ostentaba alegría, sonrisas, y sus ojos no mostraban augurios trágicos. Pero que importa si esos son invisibles.
¿Como pudo suceder…? Un día más, una rutina por seguir, una visita, y su novio la recibe, la habitación se vuelve densa, los gritos y los señalamientos ofensivos caen cual lluvia ácida sobre la chica. Ella lanza algunas flechas al tipo, pero no tantas como las que él ha lanzado. Y son demasiadas. La discusión termina bruscamente y sus heridas son muy profundas. No pueden ser sanadas, su piel está intacta, pero su alma ya no puede ser reparada. El dolor, el dolor. Y las lágrimas, seguro que hubo lágrimas. Ahora su mejor amiga se hace presente, es aquella sábana blanca que tantas veces había visto, sobre la cual se habría acostado innumerables ocasiones y que infinidad de en días la cobijaron. Y ahora la trasladará a un mundo sin dolor.
Con la delicadeza y el cuidado de un maestro artesano la enrolla delicadamente, y el dolor crece de la mano con su desesperación. Está lista, es una obra maestra, es su obra maestra y la obra que más ha amado desde que tiene memoria. La longitud exacta, la anchura precisa, la resistencia necesaria. Y levantándose de su sitio separa la ropa de los ganchos y coloca cuidadosamente la sábana improvisada como horca.
Ella está lista, ella está preparada, las consecuencias han pasado una y otra vez por su mente, pero las consecuencias ya no interesan, todas las historias que pudo haber protagonizado se acaban aquí, sus caminos, sus pasos, sus días, sus noches, el primer beso, el primer amor, las palabras bellas, su mascota, la cerveza de aquella noche, su primera noche con él, su primer orgasmo, las veces que la hizo llorar, las veces que la hizo sangrar…
Aquí terminan los caminos y los días…
Sus pies se encuentran a escasos treinta o cuarenta centímetros del suelo, pero son los centímetros que la separan de una vida que ya no desea. Y así, toda su vida pende del tubo del closet. La vida pende de una sábana blanca. Y el closet es un patíbulo.
La siniestra escena aparece ante los ojos de los dueños de la casa horas después. Es demasiado tarde, siempre lo fue...


Ayer una mujer de 21 años, que estudiaba en el salón contiguo al mío, se quitó la vida en la casa de su novio. Todo lo antes escrito es solo una visión/versión particular de lo ocurrido.

Descanse en paz, Lupita…†

miércoles, 2 de abril de 2008

Escapar de las telarañas eléctricas

Tengo un recuerdo que me resulta lejanísimo. Es el recuerdo de una araña. Se mostraba descaradamente, a la vista de todos, exhibiendo sus ocho patas monumentales y en una actitud entre amenazadora y despreocupada. Era de un color verde. Se encontraba en el brazo de un hombre cuyo nombre no recuerdo y tal vez no quiero recordar.
¿Por qué me asalta la remota imagen del tatuaje de un hombre desconocido que conociera en mi niñez? Como si supiera la respuesta a esa pregunta.

Me siento desplazado. Mi cuerpo ha sido rebasado, yo he sido insuficiente para mi mismo. Quiero salir de mí, huir de mí, muy lejos, donde no vuelva a encontrarme. Quiero salir de mi pellejo, ocultarme donde no pueda verme. Tal vez en la distancia. Me siento verdaderamente desplazado, el mundo me rechaza, le causo indigestión, quiere vomitarme fuera de él. Eso no estaría tan mal, pero debo hacer algunas cosas antes.
Tal vez, al final, solo pueda llevarme con migo mis absurdos recuerdos, entre los que se incluyen los que tengo de una infancia loca y ampliamente disfrutada, tatuajes de arañas, tal vez el mundo visto desde una lupa, o mis células cerebrales contempladas por el telescopio Hubble. ¿Como se verá la miseria en imágenes satelitales? ¿Puedo ver a Dios con las lentillas de Van Leeuwenhoek? Y si me sumerjo en la mancha roja de Júpiter y me muerden las arañas, solo Galileo podría salvarme.





Migalas, viudas negras, garrapatas, tejedoras, telarañas, telarañas en mi cabeza, telarañas eléctricas, la Vía Láctea atrapada en mi telaraña, y yo huyendo, y corro, y corro, y no puedo escapar. Dios es una mosca y ha caído en la red.
¡Rescátenme de mi mismo!
Einstein, ven aquí, eso es… buen chico…
¡No, no muerdas ahí Nietzsche! ¡Perro malo!
Alimento para las arañas. Tengo exoesqueleto, tengo ocho ojos, te tendré a ti. Te atraparé. Las alas no te salvaran. Y yo lograré escaparme.
Powered By Blogger