lunes, 14 de abril de 2008

Mis alucinaciones sin pies ni cabeza sobre ti (quien quiera que seas)

Saborear de tu sangre. Sentir tu piel, fríos tus dedos y tu mirada perversa y angelical desgarrándome la razón, hasta el fondo, hasta donde sea posible llegar, hasta donde sea imposible de olvidar. Sabes que lo lograrías, sabes de lo que eres capaz y sabes de lo sumiso que ante ti me puedo volver.
Recorro con la mirada, palmo a palmo tu piel, cada centímetro, cada dedo, cada vello, y acerco la punta de la nariz para percibir ese tu aroma fantasmal, y quiero quedarme ahí, quiero seguir sintiéndote, no moverme y continuar con la exploración de aquello que parece un aterciopelado conjunto de valles y ríos subterráneos, de desiertos de breves encantos y eternas satisfacciones y territorios prohibidos, de aquello que realmente es tu cuerpo, de aquello que en verdad eres tu. Y debajo de las mieles que ofreces corre la sangre que haz bebido, mi sangre en tu interior, y yo atrapado en los torrentes de tus venas con rumbo al latido de tu gélido corazón.
Es ese uno de tus accidentes planeados, es ahora una indispocisión salvaje, una incomodidad entre almohadas de plumas, un evento de esos con los que te tropiezas y no puedes evitar sentir que debiste tropezar antes, un juego o una maldición. Pero ahora se que no serás la piel que tocaré, y mis dedos serán lacerados antes de intentar profanar tus centímetros con rojas intenciones. Y yo seré el verdugo, yo seré el ángel vengador, y mi propio patíbulo y guillotina. El momento no es adecuado, la inspiración aún no es insoportable y ahora solo de tus etéreas sensaciones soy digno.
Y veo tu mirada y ardo en desconcertante gozo y pavor, y siento tus fragancias para alucinarte, bajo una luna menguante rastrera y opacable por uno solo de esos finos dedos de plata. Me quemas con tu frío, me atormentan los timbres de esa tu voz que se arrastra por el viento, sigilosa hasta mis oídos, tenaz hasta mi imaginación, y sucumbo fulminado por esa sonrisa de luna, que cual poderoso psicotrópico me pierde en orgías oníricas de seres de fantasía.
Ahora solo cierro los ojos para no ver otra cosa que aquel momento en que tu carmín tiñó mis labios, y tu latido pausado y rítmico me engendró la locura que ahora me inspiras. Y me inspiras, y te sueño, y la esquizofrenia se hace inevitable y contundente.
Sí, ahora he perdido mi cordura - ¿dónde la dejé?- y no recuerdo si la perdí porque apareciste o apareciste por que la perdí. Aunque ahora da igual, aunque ahora mismo solo necesite un momento con mi propio humo y sumergido en mis propios lagos de níquel acuoso para reponerme de ti, y se que después volverás a ser mi enfermedad.
Oh! Esa sangre. Oh! Esa piel. En verdad, ahora eres mi alucinógeno.

1 comentario:

La musa enferma dijo...

Pues alucinar sobre quien quiera que sea generalmente no tiene ni pies ni cabeza pero tu aquí le pones cabeza y pies... ejeje... el frío creo que sólo en ciertas ocasiones es complicado... una como aquella... porque puede ser incluso, lo más simple que jamás encuentres.... por ahora no comentado en tu blogg.. en ninguno, pero si leo... jejeje ya comentaré más... ahhh y responderé los comments en mi bloggg muchos besos... saludos

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