domingo, 11 de abril de 2010

De la teoría de los aguijones y las anomalías del devenir


¿Quiénes son los aguijones? Es una pregunta complicada de responder, puesto que los aguijones son tantas cosas. A saber. Son seres humanos, aunque también es sabido que no son normales. Hay algo en todos ellos que les diferencia del resto. Generalmente son personas con sentido de intuición y de curiosidad muy elevadas, con actitud crítica hacia todo lo que la humanidad representa. Suelen tener vidas complicadas, talento artístico, fortaleza, y/o inteligencia sobresalientes. El hecho es que todos poseen en común que padecen alguna clase especial de excentricidad (fobias ridículas, obsesiones bizarras, filosofías fuera de lo común, gustos extraños, métodos poco ortodoxos, o alguna otra cosa rara y fácilmente distinguible). En cierto sentido todos ellos suelen ser tomados por locos o sabios, o ambos.

Los aguijones poseen, aún sin que ellos mismos se den cuenta o tengan plena conciencia de ello, un propósito por el cual existir. Sus vidas (o sus muertes, según sea el caso) jamás son en vano. Podría decirse que de algún modo son herramientas cuya función es redirigir los destinos de aquellos que los rodean, hacia algo más grande que ellos mismos, y cuyo resultado final aún es indefinido, aún sigue siendo incierto. La humanidad depende, en todo caso y para bien o para mal, de los aguijones para poseer un porvenir.

Los hay dispersos en todo el mundo, no son fáciles de reconocer, pero generalmente suelen ser aquellos que hacen la diferencia, incluso si esta no es percibida ni por ellos mismos. Son seres de gran amplitud espiritual. Son capaces de modificar la forma de pensar y de conducirse de los que le rodean (aunque habitualmente esto no ocurre apropósito). Poseen una gran presencia o muy poca, en ese sentido se van a los extremos, pero su influencia sigue siendo igual de enorme. Así, resultan ser aquellos a quien todos voltean a ver al entrar a una habitación plena de personas, o, al contrario, aquella figura misteriosa que se mueve entre la multitud sin que nadie se percate de su presencia.

Ocasionalmente desarrollan habilidades o cualidades psíquicas, sociales o físicas que los distinguen aún más del rebaño. Así, pueden ser capaces de “darse cuenta” de las intenciones ocultas de otros por medio de una intuición muy desarrollada, o pueden tener poder de persuasión casi innato, podrían ser capaces de realizar proezas acrobáticas no acordes con su complexión o estado de salud, podrían ser inmunes a enfermedades variadas, quizá tengan algún sentido desarrollado más que los demás, o quizá posean un encanto que podría ser casi sobrenatural, también puede que sean hábiles negociantes o maestros del engaño, y un largo etcétera de posibilidades. Incluso podrían ser seres tan normales que llegan a resultar extraños (Una vez alguien dijo: “hay tanta gente rara que ser normal es ya algo muy raro”).

Ellos mismos, generalmente no tienen conciencia de ser aguijones, aunque sí perciben una incomprensible y considerable diferencia entre ellos y el resto de la gente. Así también suelen tener una capacidad intuitiva innata para reconocerse entre ellos, incluso a través de fotografías o con solo una vez que se hubiesen visto. Los aguijones redirigen el destino de todos aquellos con los que se relacionan, pero jamás el de otro aguijón.

Los aguijones suelen actuar como sacerdotes de su propia religión y muchas veces resultar mártires de su propia causa. Así a veces, por sus filosofías sui géneris, resaltan como especialistas en el análisis y/o praxis de alguna faceta especial de la vida, de la existencia en sí. Lo más importante para un aguijón es vivir bajo sus preceptos, los cuales no son los de nadie más, y generalmente van evolucionando en un ámbito superficial, pero, en sentido Husserliano, en lo esencial permanecen inamovibles.

El si los aguijones nacen o se hacen aún está en discusión. Aunque lo más aceptado, hasta el momento es que se nace para desarrollarse como aguijón. Se presupone que el potencial para ser aguijón no se encuentra despierto desde el nacimiento (salvo extraordinarios casos) sino que se va despertando poco a poco con lo que la vida y la experiencia van permitiendo, o de modo repentino tras un gran despertar de la conciencia detonado por algún evento de gran importancia en la vida del aguijón. Lo cierto es que si el potencial del aguijón aún no está despierto (incluso cuando se haya nacido con él) sigue perteneciéndole a las masas y siguen siendo tan susceptible como estas a la influencia en el porvenir de otro aguijón ya despierto en su potencial. Es probable (teóricamente) que el propósito en la vida (o la muerte) de algún aguijón sea, precisamente, despertar a otro aún más influyente. Los aguijones son tan diversos que ni siquiera se pueden comparar con facilidad entre ellos mismos.

La denominación de aguijón es algo que en sentido alegórico se refiere a que son veneno, infección y enfermedad del destino. Su sola existencia es una anomalía del devenir. Además de que su influencia suele propagarse hacia el hado del resto de las personas tal como lo haría un virus o un veneno que es inoculado a través de ellos. Por ello es que se les nombra (cuasi-románticamente) aguijones.

Un fenómeno teórico con respecto a ellos es que algunos no son aguijones más que por tiempo limitado, en lo que tardan en cumplir con su propósito, y cuando lo hacen algo sucede, el potencial se duerme una vez más, tal vez para siempre o tal vez hasta que se les otorgue un nuevo propósito para el cual despertar. Por su puesto este es un evento totalmente teórico del que no hay suficiente evidencia.

En un sentido poco reconocido, se podría comparar a los aguijones con el superhombre de Nietzsche. Ambos hacen de la afirmación de valores totalmente nuevos su eje vital y son seres libres de las ataduras de filosofías ajenas. Los aguijones son autónomos y se suelen comprender a sí mismos como auto-divinizados o teocidas.

Ser un aguijón no es el propósito o la meta de nadie, y no debe serlo. Pertenecer a esta extraña especie de humanos resulta muchas veces tormentoso a muchos niveles y muy poco satisfactorio. Cargan con la incomprensión y/o el desprecio de las masas y con los propios demonios que llegan a ser más agresivos y peligrosos que los del promedio. Sin embargo, el llegar, en algún momento, a cruzarse con un aguijón es una inevitabilidad histórica, no porque sean muchos, sino porque (y por más extraño que suene) está escrito (otro modo de decir que es necesario e inminente). Ellos redirigen el destino del rebaño, cual incidentales pastores o accidentes en el terreno. Podría decirse que uno de los propósitos de los aguijones en general es despertar al rebaño, por así decirlo, y ayudar a sus miembros a dirigir mejor su propio destino. Es así como los aguijones operan. No tuercen el destino de otros de forma directa, sino indirectamente. Eso es lo que les otorga algo de belleza. Como dice Sartre, la libertad es lo que hacemos con lo que nos hacen.

Los efectos de la influencia de los aguijones (ya sea por acciones directas o indirectas) muchas veces resultan inmediatamente contraproducentes para muchos, pero a largo plazo llegan a ser beneficiosos incluso al grado de sentir que de no ser por ellos, las cosas habrían resultado irreconocibles. Es por ello que ser aguijón implica una cuota de responsabilidad inconmensurable.

Si hubiese (que no la hay) una corte de justicia ultraterrena, sería a ellos a quienes se les exigirían más explicaciones y rigurosos reportes de sus acciones. Cuando un aguijón cobra consciencia de su poder e influencia sobre otros (cosa que muy pocas veces llega a suceder) se descubre perplejo y tremendamente asustado de sí mismo. Como el guerrero que teme a su propia espada, exactamente como debe ser. El guerrero que no teme a su espada no merece blandirla.

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